San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, y las bodas sacerdotales

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    El día 10 de mayo celebrábamos la festividad de san Juan de Ávila, una fiesta siempre entrañable y cargada de significado para todos los sacerdotes seculares en España por ser nuestro patrono.

    Fue un día en el que todo el presbiterio diocesano fue convocado para unirse a la alegría de aquellos sacerdotes que, durante el año, celebran las bodas de platino, diamante, oro o plata; los setenta y cinco, sesenta, cincuenta o veinticinco años desde la ordenación.

    La celebración de las bodas sacerdotales es también una llamada al seguimiento de esta vocación tan especial para aquellos jóvenes que pueden sentir hoy la llamada de Dios al sacerdocio

    Celebrar las bodas de platino, diamante, oro y plata del sacerdocio es celebrar la bondad y el amor de Dios que los ha acompañado, día a día, durante todos estos años a su servicio. Por eso, cuando nos reunimos para acompañar a los sacerdotes que celebran su aniversario, lo hacemos con una triple intención:

    A. Unirnos a su alegría:

    Alegría porque, mirando un poco hacia atrás, uno se da cuenta de que su vida está cargada de momentos inolvidables, que ha habido sacrificios, pero ha habido también muchas satisfacciones y momentos de felicidad al servicio de Dios y de los hermanos, los cuales son motivo más que suficiente para poder celebrar este día y este aniversario con auténtica alegría.

    B. Unirnos a su gratitud y agradecimiento:

    Gratitud y agradecimiento, en primer lugar, a Dios.

    Una lectura creyente de la vida de cada sacerdote nos hace ser conscientes de que Dios ha estado siempre presente en nuestra vida, que Dios ha sido siempre ese compañero, ese amigo infatigable que nos ha acompañado en todos los momentos de nuestra vida, cuando esta nos sonreía y cuando el ministerio y la tarea pastoral se nos hacían un poco más cuesta arriba. Nuestra historia personal y sacerdotal ha sido una constante historia de amor de Dios a cada uno de nosotros, desde la elección por su parte y la respuesta positiva del sacerdote a la llamada de Dios, hasta todos y cada uno de los momentos de nuestra vida.

    El sacerdote es ese ser humano que experimenta su flaqueza frente a la llamada de Dios a la sublime misión a la que se le llama y que se le encomienda. La respuesta positiva que da el sacerdote a la llamada de Dios, la da confiando en la asistencia y en la ayuda del Espíritu y no en sus propias fuerzas. El sacerdote, ante la llamada de Dios, pronuncia tembloroso su «aquí estoy, mándame», pero sabe que no está solo y que en todo momento siente en su vida  la fuerza de este Espíritu que le ayuda, le alienta y le da fuerza en su debilidad para responder con generosidad a su entrega a Dios y a los hermanos.

    C. Gratitud y agradecimiento a los demás:

    A través de su vida, han sido muchas las personas que Dios ha puesto en el camino de la vida del sacerdote, y han sido estímulo, apoyo y ejemplo para la entrega personal de cada sacerdote. Son tantos sacerdotes cuya vida ejemplar ha servido de testimonio para otros sacerdotes; tantos laicos como los han acompañado a desempeñar con ilusión, entrega y compromiso su identidad sacerdotal y que, a la vez, los han impulsado cada día a un compromiso mayor, los han apoyado y estimulado con su palabra y con su colaboración en la misión.

    Nuestra historia personal y sacerdotal ha sido una constante historia de amor de Dios a cada uno de nosotros

    Esta celebración anual quiere ser y expresar la gratitud y agradecimiento por parte de todo el presbiterio diocesano por la fidelidad a su vocación de todos los sacerdotes que celebran su aniversario; por la fidelidad a su compromiso con Dios y con los hermanos durante todos estos años. Ellos son un estímulo y una exigencia para todos los demás sacerdotes a seguir siendo fieles a los compromisos contraídos el día de su ordenación sacerdotal y que han mantenido a lo largo de toda una vida.

    La celebración de las bodas sacerdotales es también una llamada al seguimiento de esta vocación tan especial para aquellos jóvenes que pueden sentir hoy la llamada de Dios al sacerdocio y que sienten miedo ante esta sociedad en la que los valores del evangelio tienen una baja cotización.

    La  vida, la fidelidad y la entrega  de estos sacerdotes que celebran el aniversario de su sacerdocio son la afirmación y proclamación clara de que ser sacerdote merece la pena, que es posible mantenerse fieles a pesar de las dificultades, que el convencimiento y la alegría que experimentan por su entrega manifiesta que han sido felices en esta vocación. Porque no luchamos solos, sino que Dios va delante de nosotros señalándonos el camino y acompañándonos con su gracia.

    Por último, nos unimos a su oración por ellos, para que el Señor siga cuidando de sus vidas, para que les siga dando fuerza porque el sacerdocio es para siempre, para seguir siendo fieles y respondiendo cada vez con más autenticidad a la exigencia de su vocación.

    ¡Enhorabuena! A todos cuantos este año celebramos nuestras bodas  de platino, diamante, oro y plata. Contentos siempre con el apoyo y la oración de todos los demás.

    + Gerardo
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