Queridos diocesanos y amigos:
El evangelio de este domingo tercero de Pascua nos presenta a Jesús, que se aparece a aquellos dos discípulos, que van camino de su pueblo, Emaús. Van con la maleta cargada de desilusión, como unos auténticos fracasados.
Ellos lo habían dejado todo y habían seguido a Jesús, pero lo han matado y se vuelven a su tarea anterior avergonzados, lamentándose los dos, mano a mano, comentando lo que les había sucedido.
Cuando lo están viviendo de esa forma tan derrocadora, hay un caminante que se une a ellos, se pone a caminar junto a ellos y les pregunta: ¿Qué conversación traíais mientras ibais de camino? Ellos, sorprendidos por su pregunta, le responden que cómo es que no se ha enterado de lo que ha sucedido esos días en Jerusalén. Responden: «Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió» (Lc 24, 21).
Y comienza un dialogo con ellos. Los va instruyendo sobre lo que estaba escrito sobre él en las escrituras y ellos se quedan boquiabiertos ante lo que les dice, pero no lo han conocido, a pesar de todo.
Llegan ya cerca de su pueblo y él hace ademán de seguir su camino. Ellos lo invitan a quedarse porque es tarde. Llegados a su casa, lo invitan a cenar y, entonces, lo reconocen en la bendición del pan. Era el Señor, que les ha acompañado durante todo el camino.
Al reconocerlo vivo, van a comunicárselo a los demás discípulos y ellos están comentando la misma realidad, que también se ha aparecido a algunas mujeres y a Pedro.
Para aquellos discípulos, caminantes hacia Emaús, llenos de desilusión, todo cambia cuando descubren que pueden seguir teniendo esperanza, que Cristo ha muerto, pero ha resucitado y está vivo. Vuelven a retomar su seguimiento y a cambiar su desesperanza y su fracaso en victoria.
Cristo sigue haciéndose compañero de camino de tantos y tantos como caminan defraudados de todo hacia el Emáus de sus fracasos
La resurrección de Cristo es la razón que da sentido al seguimiento de Jesús, la razón de nuestra fe. No seguimos a un muerto, sino a Cristo que, muriendo, ha vencido a la muerte, ha resucitado y está vivo en medio de nosotros.
Entonces se apareció a sus más íntimos: a sus discípulos; a las mujeres que lo habían acompañado en su predicación; a su madre, que había sido la compañera fiel y silenciosa en todo su camino hacia la muerte en la cruz y en el calvario mismo.
Así, con su presencia, con sus apariciones, corroboraba lo que había expresado con sus palabras: «Al tercer día resucitará». Así hace renacer la esperanza en todos los que lo habían seguido.
Cristo no solo murió y resucitó hace XXI siglos, Cristo sigue muriendo y resucitando hoy.
Cristo sigue haciéndose compañero de camino de tantos y tantos como caminan defraudados de todo hacia el Emaús de sus fracasos. Camina con las víctimas de terremotos y de guerras, a través de tantos y tantos voluntarios que entregan su vida al servicio de estos necesitados, haciendo resurgir y resucitar en ellos la esperanza.
Vivamos como auténticos resucitados, seamos compañeros resucitados de camino, que nos ponemos al lado de los que se sienten muertos, fracasados, malheridos y olvidados
Camina en una sociedad que habla de muerte y propugna una cultura de muerte con la nueva ley del aborto, a través de tantos particulares e instituciones que son capaces de salir a la calle, de luchar por el respeto a la vida de los no nacidos, que ofrecen acogida y ayuda a los esposos en dificultades para tener el hijo, a las mujeres tentadas de acabar con la vida de sus hijos como el único remedio a sus males.
Camina en medio de tantas familias a las que les ha alcanzado el paro, que han tenido que dejar su piso porque no tienen para pagar su hipoteca, que no les llega lo que reciben del paro para llegar al fin de mes. Se hace presente y resucita a través de todas esas personas que están empeñadas en denunciar la crisis de valores como sustrato de la crisis económica y buscan nuevas iniciativas para solucionar la situación. Cristo se hace presente para ellos en tantos como son capaces de desprenderse de sus medios, de su dinero, de su tiempo, de lo que sea, y ayudan y se solidarizan y acompañan a estas familias.
Camina junto al joven que se ha metido en el mundo de la droga o del sexo, del joven que no ve sentido a la vida y decide terminar con ella. Camina junto a él a través de esa mano amiga tendida hacia él, para que el joven se agarre a ella, a través del testimonio creyente de alguien que con su vida ayuda a encontrar sentido a la misma a alguien que lo había perdido.
Cristo sigue muriendo hoy y sigue resucitando y haciéndose presente a través de sus seguidores, que siembran, fe, amor y esperanza en los que la han perdido, por medio de su fe, de su amor y de su esperanza personales.
Vivamos como auténticos resucitados, seamos compañeros resucitados de camino, que nos ponemos al lado de los que se sienten muertos, fracasados, malheridos y olvidados.
Así nuestra resurrección con Cristo estará siendo ya una realidad en nuestra vida y un día resucitaremos gloriosos y definitivamente para gozar con el Señor resucitado por toda la eternidad.
+ Gerardo
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