Por quinto año consecutivo, celebraremos solemnemente la fiesta del patrono de la diocesis, santo Tomás de Villanueva, el día 10 de octubre, con eucaristía solemne en la catedral y procesión por los alrededores.
Es verdad que en los dos años anteriores, la pandemia no nos ha permitido celebrarlo como deseábamos, pero una vez más, este año queremos honrar a nuestro patrón con toda la solemnidad que se merece.
A Él queremos presentarle, una vez más, a nuestra querida Diócesis de Ciudad Real, para siga intercediendo por todos nosotros y la tierra que le vio nacer y donde se educó, para que encontremos en Él un verdadero testimonio de fe y de evangelización, que nos lleve a todos a vivir plenamente la realidad de nuestra fe en los tiempos que corremos.
Aunque la España del siglo XVI fue muy distinta a la que vivimos nosotros hoy, sin embargo, sí que se parecen en ciertos aspectos, en cuanto a la situación económica y social, una sociedad en la que reinaban las clases sociales y etnias en continua confrontación. En esta situación, el pobre era cada vez más pobre, el mendigo era considerado un delincuente y era comparado con un auténtico malhechor.
Esta situación de desequilibrio económico, de riqueza de unos pocos y el empobrecimiento de la mayoría, llegó a preocupar y mucho, tanto a la sociedad civil como a la Iglesia. Una situación que, con otras connotaciones, se vuelve a repetir hoy, en esta sociedad y en este momento en el que a tantas personas y a tantas familias les falta el trabajo y esta realidad los pone en una situación de riesgo de pobreza y muchos de pobreza extrema.
Nuestro santo patrón responde a esta situación con la práctica de la caridad con los pobres y menesterosos. Como norma que se impone a sí y que en todo momento cumple inflexiblemente, e hizo participes a los demás repitiéndolo en los sermones repetidamente y que él lleva hasta las últimas consecuencias, llegando a decir en uno de esos sermones: «Si me halláis, señores, al tiempo de mi muerte un real, tened mi alma por perdida y no me enterréis en sagrado».
La pandemia no nos ha permitido celebrarlo como deseábamos
Este interés por los pobres, y esta caridad y amor por los necesitados, lo inculcará igualmente a sus más inmediatos colaboradores diciéndoles que no tomen nada por sus servicios y que si alguna vez les falta algo, él les atenderá.
En santo Tomás de Villanueva encontramos lo que fue siempre: un hombre generoso, que en todo momento vivió con esa generosidad, auténticamente enamorado de los pobres, a quien se entregó como pastor.
Su continua entrega a los pobres y necesitados, su atención a los menesterosos tratando de socorrerlos en todo momento, nacía de una motivación profunda y evangélica. En aquella realidad que tanto le preocupaba, en los rostros de los pobres supo descubrir el rostro de Cristo.
Para nuestro santo la caridad es justicia y dar a los pobres no es un gesto gratuito y de generosidad, sino una acción obligatoria y exigida por ese convencimiento suyo: «La limosna que se da al necesitado, no es del que la da, sino del pobre, de tal manera que se le devuelve al legítimo propietario».
Respecto a la limosna decía que «consistía más que en dar unas monedas, que nos sobran, en sacar de la necesidad y librar de ella al que la padece, siempre que sea posible».
Pidamos al Señor que, por su intercesión, vivamos una verdadera caridad con los pobres y necesitados
A través de todas estas expresiones nos está haciendo a nosotros como cristianos una llamada clara a tener con los pobres y necesitados del momento una verdadera caridad, que nos lleve a ver, en el rostro desfigurado del pobre, la imagen de Cristo que nos dice: «Lo que hagáis con cada uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hacéis» (Mt 25, 35). Toda su vida es una llamada clara y exigente a saber compartir, dar no solo de lo que nos sobra, sino aquello que puede ayudar a salir de esa situación de pobreza.
Contemplémoslo en este día de su fiesta y pidamos al Señor que, por su intercesión, vivamos una verdadera caridad con los pobres y necesitados.
+ Gerardo
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