Celebramos hoy la fiesta de san José, obrero. Fiesta instituida por el papa Pío XII en el año 1955 para cristianizar el mundo del trabajo poniendo como modelo de los trabajadores y obreros a san José en el taller de Nazaret, donde aprendió a trabajar el Hijo de Dios, llamado también en los evangelios «el hijo del carpintero» (cfr. Mc 6, 3; Mt 13, 55).
En la persona de san José y en su vida encontramos un verdadero modelo para nuestra vida, como persona, como trabajador y como hombre de Dios.
San José fue un varón justo, un hombre observante de la Ley; un trabajador artesano; un hombre que lo entregó todo: su pasado, su presente y su futuro en las manos de Dios, al servicio de los planes de Dios; fiel y abnegado custodio de la familia de Dios; que tuvo que hacerse extranjero y emigrante por salvaguardar la vida de Jesús; guardián del Hijo de Dios y el fiel esposo del más maravilloso tesoro que el cielo ha tenido en la tierra: la Virgen María; un hombre que compartió su trabajo y su sudor, codo con codo, con el mismo Jesús, a quien enseñó el modo de andar, el gesto, la forma de ceñirse el turbante, los tiempos de retirarse a la oración, de partir el pan; un hombre sin agenda prevista sobre la que organizar su vida; siempre a la orden última de Dios, que a través del ángel le iba descubriendo su camino misterioso y providencial, que vive el «hoy» y el «ahora» de los que en verdad son pobres. No se mete en negocios y adquisiciones. Gana el pan de «cada día» con su trabajo diario.
José, el artesano, el carpintero, fue un auténtico modelo en el trabajo, ganándose el pan con el sudor de su frente, artífice importante en la creación de un ambiente familiar y de un clima propicio en el que Jesús fuera creciendo en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
La Iglesia nos pone a san José como patrono y modelo del mundo del trabajo y del mundo obrero en esta Jornada Mundial del Trabajo.
Él es, además, un modelo actual que tiene mucho que decir hoy a todo el mundo del trabajo, porque él encarna el modelo de alguien que vivió de su trabajo e hizo del mismo un medio al servicio de la persona y su dignidad, que acomodó su manera de vivir a las posibilidades económicas que tenía, e hizo de él un medio de dignificación de la persona.
José, el artesano, el carpintero, fue un auténtico modelo en el trabajo
Hoy es muy fácil hablar del trabajo y del derecho al trabajo de toda persona como medio de mantener su dignidad personal y el sustento de la familia, pero este discurso entra en bastante contradicción con la realidad que estamos viviendo, en la que muchos trabajadores no tienen un puesto de trabajo; que muchos de ellos no pueden llevar ni tener una vida digna porque, al faltarles el trabajo, les está faltando el medio normal y humano de conseguir aquellos medios económicos necesarios con los que poder tener y mantener una vida digna, ellos y sus familias.
Hoy hemos puesto la producción, el enriquecimiento y la riqueza, delante del cuidado del hombre, delante de la persona y su dignidad humana; hemos cambiado los valores y se ha puesto al hombre al servicio del trabajo y no el trabajo al servicio del hombre.
La persona y el bien común es siempre la medida de todas las cosas y debe situarse por encima de cualquier interés, riqueza y egoísmo. El trabajo debe estar siempre al servicio de la persona y de la dignidad humana y no al revés.
La Iglesia nos pone a san José como patrono y modelo del mundo del trabajo
Esta es una situación que conocemos todos, pero no ponemos todo lo que esta en nuestras manos. Necesitamos concienciarnos en la situación que viven muchos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a los que les falta un puesto de trabajo, y poner todos los esfuerzos de políticos, empresarios y trabajadores que favorezcan la creación de puestos de trabajo.
El ser humano, como colaborador de Dios en la transformación del mundo, está llamado a promover los valores de la justicia, la honestidad, la coherencia, la ética laboral, el trabajo decente y el bien común, y a participar activamente en todo cuanto favorezca la creación de empleo, venciendo nuestro egoísmo a favor del bien común, desechando de nosotros el afán del enriquecimiento a costa de que los demás se empobrezcan hasta el límite de no poder llevar una vida digna.
En la fiesta del trabajo confiemos al Señor, por intercesión de san José, «los gozos y las esperanzas, las angustias y las tristezas» de los trabajadores y del mundo del trabajo.
+ Gerardo
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