Siempre nos hace bien leer las bienaventuranzas. Jesús las proclamó en su primera gran predicación a orillas del lago de Galilea.
Había un gentío tan grande que subió a un monte para enseñar al gentío que le seguía; por eso a esa predicación se la llama “el sermón de la montaña”.
Jesús en las bienaventuranzas enseña el camino de la vida, el camino que Él mismo recorre, es más, Él mismo es y se propone como camino para la verdadera felicidad.
Toda su vida, desde el nacimiento en Belén, hasta su muerte en la cruz y su resurrección Jesús encarnó en su vida las bienaventuranzas.
Al proclamar las Bienaventuranzas, Jesús nos invita a seguirle, a recorrer, con Él, el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia y nunca nos deja solos.
Pobreza, aflicción, humillaciones, lucha por la justicia, cansancios en la lucha por la santidad, persecuciones y otros desafíos están formando parte de nuestra vida. Si abrimos las puertas a Jesús, si permitimos que Él esté en nuestra vida, si compartimos con Él las alegrías y los sufrimientos, experimentaremos la paz y la alegría que solo Dios, amor infinito puede dar.
Las Bienaventuranzas de Jesús son portadoras de una novedad revolucionaria, de un modelo de felicidad opuesto al que habitualmente nos comunican los medios de comunicación y la opinión dominante.
Para la mentalidad mundana es un escándalo que Dios haya venido para hacerse uno de nosotros y que haya muerto en una cruz. En la lógica del mundo, los que Jesús llama bienaventurados, son considerados perdedores y, frente a ellos, el mundo exalta el éxito a toda costa, el bienestar, la arrogancia del poder, la afirmación de sí mismo en perjuicio de los demás.
Son dos caminos distintos, e incluso opuestos, el que nos ofrece Jesús y el que nos ofrece el mundo; y nosotros tenemos que decidir qué camino queremos recorrer en nuestra vida para llegar a la verdadera alegría. Jesús no tuvo miedo en plantear y preguntarle a sus discípulos si querían seguirle a él o preferían marcharse (Cf Jn 6,67), y fue Pedro quien le contestó: «Señor a dónde vamos a ir, solo tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6, 68). Si sabemos decir sí a Jesús, entonces nuestra vida se llenará de significado y será fecunda.
El Valor de ser felices:
Bienaventurados quiere decir “felices”. Nosotros hoy tenemos que preguntarnos si buscamos la verdadera felicidad, porque ante tantas apariencias de felicidad podemos correr el riesgo de contentarnos con poco y no aspirar a cosas grandes. Nos podemos quedar en la apariencia de una felicidad de una hora por la bebida, o la droga o el sexo.
Solamente cuando dejamos que en nuestra vida salgan a flote las aspiraciones más profundas del corazón, entonces nos daremos cuenta que tenemos un deseo inextinguible de felicidad, lo cual nos permite desenmascarar y rechazar esas ofertas de felicidad a corto plazo y a bajo precio, que encontramos en nuestro ambiente social.
Cuando buscamos el éxito, el placer, el poseer de modo egoísta y los convertimos en ídolos a los que adoramos, podemos experimentar momentos de embriaguez, un falso sentimiento de satisfacción, pero al final nos hacemos esclavos, nunca nos sentiremos satisfechos y sentiremos la necesidad de buscar cada vez más.
Seremos realmente fuertes y felices cuando escojamos a Jesús y no nos atiborremos de otras cosas; si nos atrevemos a ir contracorriente; si somos capaces de buscar la verdadera felicidad; si somos capaces de decir no a la cultura de lo provisional, de la superficialidad y del usar y tirar, y optamos por asumir responsabilidades y afrontar grandes desafíos en la vida.
+ Gerardo
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