Una cosa que llama la atención en el Evangelio es el contraste que se da entre las actitudes de Jesús y las que aparecen en el mundo y en el actuar diario de los seres humanos. Sus criterios y los nuestros, a lo queÉl da importancia y se lo ofrece así a sus discípulos y a lo que, para nosotros, es importante.
En nuestro mundo actual percibimos lo que realmente es más importante para muchas personas y nos damos cuenta de que, ante todo y sobre todo, cuentan y luchan por conseguir cada día más poder. No importan los codazos a los demás con tal de ocupar un puesto importante en la empresa, en la política y en la vida en general. A los demás los juzgamos por el poder que tienen, por la influencia que tienen en la sociedad, por la buena imagen de que gozan, o el mucho dinero que tienen.
Cuando nos acercamos al Evangelio y escuchamos a Jesús, vemos que se da un auténtico contraste entre su manera de pensar y la nuestra, entre su mensaje y aquello por lo que luchamos tantas veces en la vida.
La forma de ser de Jesús no se corresponde con la mentalidad de nuestro mundo. En el mundo y en nuestra sociedad se lucha por ser importante, por tener poder, pero Jesús pone una referencia a la que tiene que asemejarse su discípulo: la insignificancia, la sencillez, el ser como niños, no tener poder ninguno ni ponerse por encima de nadie.
Un niño es el estilo referente. Un niño solo inspira ternura y así tenemos que vivir nosotros, los seguidores de Jesús, siendo como niños: sencillos, insignificantes, necesitados de todos. Todos tenemos que aprender del niño, de su cariño, de su olvido rápido de las cosas negativas de los demás, de su cercanía y de la confianza con los que lo rodean.
La forma de ser de Jesús no se corresponde con la mentalidad de nuestro mundo
Aquellos discípulos, mientras Jesús les iba contando algo tan importante como era lo que iba a sucederle en Jerusalén —y que iba a ser perseguido, sufrir y morir— van discutiendo por el camino sobre quién sería el más importante.
Es entonces cuando Jesús tiene que explicarles sus criterios, que son totalmente distintos a los que ellos tienen. Jesús reserva los primeros puestos para aquellos que dedican su vida a servir, amar y ayudar a los demás.
Aquellos discípulos lo entenderían más tarde y serían capaces de entregar su vida por cumplir la misión que el Señor les había encomendado. Serían capaces de trasmitir sus criterios a los demás viviéndolos ellos.
Esta debe ser también nuestra actitud: ante un mundo que nos presiona para que luchemos por lo que Cristo no quiere, nuestra actitud debe ser la de seguir al Señor y su mensaje con todas las consecuencias.
El camino lo sabemos. Cristo nos lo ha dejado muy claro, nos ha dicho cómo tiene que ser nuestro estilo de vida. Depende de la opción por la que nos decidamos cada uno
Cuando nos presentemos ante el Señor, no nos va a preguntar si tuvimos mucho o poco poder, sino si amamos o no a los hermanos, si en nuestra vida estuvimos al servicio de quienes nos necesitaron.
El camino lo sabemos. Cristo nos lo ha dejado muy claro, nos ha dicho cómo tiene que ser nuestro estilo de vida. Depende de la opción por la que nos decidamos cada uno. Si optamos por los criterios del mundo, lucharemos por tener más, ser más influyentes, tener más poder, ser los primeros de la empresa o de la política. Si optamos por Cristo, hemos de vivir desde su mensaje y su vida, que nos habla de amor, de entrega, de servicio y de entrega a los demás.
Hemos de pedir muchas veces para que no nos dejemos llevar por la mundanidad de nuestra sociedad, que valora solo lo material, el tener, el poder, el gozar; sino que seamos siempre capaces de encarnar en nuestra vida el estilo de vida que Él nos muestra en su vida, con su ejemplo y modelo y en su mensaje y enseñanza.
+ Gerardo
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