Queridos diocesanos:
Celebramos en este último domingo del año liturgico la festividad de Cristo Rey del Universo.
Siempre que hablamos de Rey, de Reino, de reinado, la imaginación y el pensamiento nos traslada a algo que nos habla de grandes, de servidumbre, de siervos y Señores.
Al hablar de y celebrar a Cristo Rey, estamos celebrando y honrando a un Rey totalmente distinto y hablamos de un reinado que no tienen nada que ver con los reinados terrenos.
El reino del cual Cristo es el rey es un reino de justicia, de la verdad y de vida, reino de amor y de paz.
El Reino y el reinado de Cristo es un reino y un reinado desde la Cruz, auténtico trono desde el que Cristo se ofrece por amor a los hombres y les obtiene la victoria sobre la muerte y el pecado y le merece la salvación. Se trata de un reino fundamentado en la fuerza sino en la debilidad, reconciliando la tierra con el cielo, a Dios con los hombres, por medio de la sangre de Cristo derramada por la salvación del mundo.
Así se constituye Cristo Rey del Universo, entregando su vida por la salvación de todos los hombres. Como decía san Pedro: «Hemos sido rescatados no a precio de plata ni de oro, sino a precio de la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo».(1 Pe. 1, 18) Así Cristo se convierte en nuestro Rey, entregando su vida por nosotros.
Cristo es nuestro Rey, y esto quiere decir quiere decir, que estamos dispuestos a darle el puesto de honor, el primer puesto en nuestra vida, como a nuestro único Dios y Señor.
Que Cristo sea nuestro Rey debe llevarnos a preguntarnos y responder a esta pregunta: ¿es Cristo en la práctica y en nuestra vida, nuestro verdadero Rey o hay otras cosas que reinan en nosotros mucho más que Cristo?.
Admitir a Cristo como nuestro Rey pide de nosotros que le dejemos entrar de verdad en nuestra vida y nuestra existencia, que dejemos que él nos trasforme y nos convierta en verdaderos seguidores suyos, que se toman muy en serio su fe y tratan de vivir de acuerdo con lo que esa fe les exige.
Admitir a Cristo como nuestro Rey es y supone comprometernos en nuestra vida en luchar por la defensa de la verdad, de la justicia, de la vida y de la paz.
Admitir a Cristo como Rey supone encarnar en nosotros las mismas actitudes que Él vivió, de servicio, de amor a los demás, de entrega de nuestra vida por la salvación de los otros, ser creadores de paz en nuestra vida y entre todos los que convivimos.
Hoy se clausura en toda la Iglesia el Jubileo de la Misericordia. Todo un año que hemos tenido para descubrir, conocer y vivir la misericordia de Dios con los pecadores, con todos nosotros. Cristo Rey ha venido para mostrarnos el verdadero rostro de Dios como Padre misericordioso y quiere seguir reinando en nuestras vidas desde el perdón y desde la misericordia. Tengamos siempre presente en nuestra vida la identidad de Dios como Dios misericordioso y compasivo, y dejemos que el Señor siga reinando en nuestros corazones, acogiendo nosotros el perdón que nos ofrece y ofreciéndolo nosotros también a los demás.
Dejemos que Cristo sea nuestro Rey haciendo de nuestra vida un verdadero homenaje de entrega, de servicio y de encarnación de sus mismas actitudes y siendo testigos de ellas en medio de nuestro mundo.
Que nuestra vida sea una auténtica proclamación de Cristo como Rey del universo y como Rey de cada uno de nosotros amando, progresando en la santidad, luchando por la vida y el respeto a la misma y ofreciendo nuestro perdón a los demás.
+ Gerardo
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