En este domingo celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús. Una fiesta entrañable que nos recuerda nuestro propio bautismo y nos lleva a revisar nuestros compromisos bautismales, que un día adquirieron nuestros padres en nuestro nombre y que hemos de hacer propios a medida que somos más conscientes y tratar de ser consecuentes con ellos, como signo de que realmente ellos han sido fieles de educarnos en la fe y nosotros hemos ido madurando como seguidores y discípulos de Cristo.
Con el bautismo los cristianos comenzamos una nueva andadura en nuestra vida como hijos de Dios y miembros vivos y comprometidos de la Iglesia.
El bautismo en Jesús significó el comienzo de su vida pública y del cumplimiento de la misión que el Padre le había encomendado. Hasta entonces, Jesús había vivido su vida oculta en Nazaret con su familia, donde se había preparado para todo lo que le esperaba en su vida pública.
Es a partir del momento del bautismo cuando Jesús comienza la predicación del Reino. Por eso, en el mismo momento del bautismo aparece el Espíritu Santo que desciende sobre Él y lo va a acompañar siempre a lo largo de todo el cumplimiento para hacer realidad la misión que el Padre le ha encomendado. Y aparece también la voz del Padre que le confirma en su identidad filial y su misión con aquellas palabras: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3, 17).
Nosotros, en el bautismo, comenzamos una nueva vida, en la que Dios nos regala su paternidad, haciéndonos sus hijos, y nosotros adquirimos el compromiso de vivir como verdaderos y auténticos hijos suyos. Una vida en la que contamos con la presencia y la inspiración del Espíritu para que logremos vivir desde la fe y ser verdaderos testigos de la misma en medio de nuestro mundo. Una vida en la que vamos a tener siempre la Palabra del Hijo de Dios que nos va a guiar por el camino de un nuevo estilo de vivir que Él nos ofrece a los que somos sus seguidores, desde nuestra fe, y con ella haciendo realidad en nosotros las actitudes que Cristo nos pida en cada momento de nuestra vida.
El bautismo de Jesús significó el comienzo de su vida pública y del cumplimiento de la misión que el Padre le había encomendado. Hasta entonces, Jesús había vivido su vida oculta en Nazaret
Cristo comienza su vida pública manifestando su auténtica identidad de mesías e Hijo de Dios a través de las obras que realiza: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!» (Lc 7, 22; Mt 11, 5).
Jesús, desde su ejemplo, nos enseña cómo debemos vivir para ser verdaderos hijos de Dios, imitando su testimonio, que fue siempre fiel a la misión que el Padre le había encomendado.
Nosotros, en el bautismo, recibimos una misión de encarnar en nosotros, con la gracia del espíritu, el estilo de vida de Jesús para ser sus testigos donde quiera que estemos.
Al celebrar hoy el bautismo de Jesús, el mismo Señor nos da la oportunidad de revisar nuestra fe y el cumplimiento de nuestra misión y nuestros compromisos, porque a veces, en nuestra vida cristiana, nos relajamos y olvidamos la misión que tenemos y los compromisos que adquirimos al recibir el bautismo.
Por eso, cada año litúrgico, cuando celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús, estamos celebrando la propia fiesta de nuestro propio bautismo y el Señor nos llama a cada uno de nosotros a que revisemos nuestra fe y los compromisos adquiridos en el bautismo, para que seamos capaces de no desanimarnos, sino de renovar en nosotros todo aquello que veamos que no vivimos, que demos fuerza a lo que hemos empezado a vivir pero no lo vivimos del todo y que reforcemos y cimentemos aquellas actitudes cristianas que nos identifiquen como tales.
El Señor nos llama a cada uno de nosotros a que revisemos nuestra fe y los compromisos adquiridos en el bautismo, para que seamos capaces de no desanimarnos, sino de renovar en nosotros todo aquello que veamos que no vivimos
Hoy es un día de gratitud al Señor por su bautismo y el nuestro. Siendo hijo de Dios se hizo hombre para que los hijos de los hombres llegáramos a ser hijos de Dios.
Gratitud por nuestra fe, que tantas veces la vivimos a medias, para que, contemplando su entrega, nos animemos a exigirnos más personalmente, a olvidarnos de nuestro ego para vivir lo que Él nos pide como sus seguidores.
Por todo lo que vivimos de nuestros compromisos bautismales que dan sentido a nuestra vida, porque es fruto del amor y de la gracia de Dios.
Que el bautismo de Jesús nos impulse a cumplir plenamente con nuestros compromisos bautismales, haciendo realidad el verdadero estilo del discípulo que sigue al maestro.
+ Gerardo
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