Queridos diocesanos y queridas familias que estamos confinados en nuestra casa compartiendo nuestro sufrimiento y preservándonos del contagio y evitando que otros puedan contagiarse de nosotros.
Saludo a los religiosos y religiosas, de vida activa y contemplativa. Vuestra oración por todos nosotros nos anima y consuela.
Un saludo muy especial para mis queridos sacerdotes. Con vuestra oración estáis siendo testigos de fe y de esperanza en medio de esta tribulación y, con vuestras eucaristías transmitidas por distintos medios, lleváis el consuelo del Señor a las familias; con vuestra presencia en los cementerios despedís cristianamente a los fallecidos por esta pandemia; y, con vuestra asistencia a los ancianos, familias y enfermos, hacéis presente al Señor que nos acompaña a todos en estos momentos
Muestro mi especial gratitud y cariño a tantos profesionales sanitarios, que en los hospitales habéis hecho cara, directamente, al Covid19, en los hospitales, ayudando a superar la enfermedad a todos cuantos habéis podido, aun a costa de poner en riesgo vuestra salud personal.
Mi gratitud también para tantos voluntarios que, de una forma u otra, estáis colaborando para hacer más llevadera esta alarma, solidarizándoos con los más frágiles y necesitados, especialmente los que la están pasando esto solos en casa, atendiéndolos en todas sus necesidades.
Seguimos viviendo todos unos momentos de tribulación y de prueba, momentos duros para todos, porque a todos nos alcanza el miedo, el desconcierto y el sufrimiento, aunque parece que vamos, aunque sea muy lentamente superando el pico para que pueda pueda comenzar pronto el descenso de contaminados y de fallecidos.
Hemos vivido y seguimos viviendo algo que ni siquiera podríamos imaginarnos hace muy pocos meses, que ha dado al traste con todos nuestros proyectos de futuro. A partir de que se supere este virus, tendremos que retomar y restaurar todo sin más remedio, porque la vida sigue, y tal vez toda esta experiencia con este tinte gris-oscuro, nos sirva para tener mucho más en cuenta algunos valores que, creyéndonos invulnerables e inmunes, habíamos olvidado o, por lo menos, no habíamos valorado lo suficiente.
Nuestra experiencia en todo este tiempo que estamos viviendo de alarma, ha sido una experiencia de lo vulnerables que somos y de que no lo tenemos todo garantizado, ni mucho menos No para caer en la depresión ni en el desánimo, sino para darnos cuenta de que tal vez, aquello en lo que teníamos puesta nuestra esperanza, no ha podido liberarnos de estos malos momentos y, por lo tanto, tenemos cada día más claro que debemos agarrarnos y apoyar nuestra confianza mucho más en el Señor y en nuestra fe en Él. Porque es el único que nunca nos va a fallar, el que siempre va a estar ahí para darnos ánimo, esperanza, y ganas de seguir luchando, porque Él nos acompaña siempre.
En este tiempo hemos querido reavivar en nosotros nuestra fe como cristianos y desde ella hemos encontrado consuelo, en medio del dolor y la aflicción por la que hemos estado y estamos pasando y, en todo momento, nos hemos encomendado al Señor y hemos solicitado la intercesión de su santísima madre, la Virgen, que es también madre nuestra, convencidos de que el Señor no nos abandona, sino que sigue en nuestra vida y nos va a ayudar de la mejor manera que solo Él sabe que necesitamos.
Por eso nuestro dolor e impotencia ante esta pandemia se ha convertido en oración, precisamente animados y apoyados en nuestra fe.
Oración por las personas fallecidas, que se han ido a la otra vida en la más triste de las soledades; que no han tenido la oportunidad de recibir la manifestación del amor de los familiares y el consuelo de su compañía en esos últimos momentos.
Seguimos viviendo algo que nisiquiera podríamos imaginarnos hace muy pocos meses, que ha dado al traste con todos nuestros proyectos de futuro
Oración por las familias de los fallecidos, que tienen el dolor metido en su alma por las circunstancias de que se hayan ido sin poderlos despedir ni acompañarlos.
Oración por los contagiados y sus familias que lo están pasando mal.
Oración de unos por otros para que el Señor nos siga dando fuerza y reforzando nuestra fe, para verle a Él presente en medio de nuestra vida y de nuestro sufrimiento, sabiendo que Él no nos abandona, que está ahí en la vida de cada uno, ayudándonos a sobrellevar esta aflicción llenos de esperanza y sabiendo que será Él quien nos salve definitivamente.
Nuestro dolor por tantas situaciones vividas en esta pandemia se ha convertido en gratitud a tantas personas buenas, entregadas, solidarias y generosas con los demás, especialmente con los más necesitados.
Gratitud, en primer lugar a Dios, que sigue a nuestro lado, que nunca nos abandona y llena de esperanza y confianza nuestra vida, aunque pase por momentos oscuros, porque con Él presente nada tememos.
Gratitud a tantas personas que se han entregado y siguen haciéndolo al servicio de los demás: enfermos, familias, ancianos y de los más necesitados.
Gratitud a los religiosos y religiosas de las casas en las que hay religiosos ancianos y a los que los menos mayores siguen cuidando con verdadero cariño de hermanos, aunque ellos sientan en su cuerpo el cansancio, e incluso el agotamiento, que les produce su entrega.
Hemos querido reavivar en nosotros nuestra fe como cristianos y desde ella hemos encontrado consuelo
Que nuestra madre, la Virgen, interceda por todos nosotros, sus hijos, y nos siga ayudando a vivir esta situación con la esperanza de que pronto amanecerá el día en que, como Cristo Resucitado, salgamos victoriosos de esta pandemia y podamos disfrutar con nuestros vecinos, familiares y amigos, de la vida normal de cada día.
Bajo tu amparo nos ponemos, madre de Dios y madre nuestra. No desprecies las súplicas de tus hijos, que estamos en la prueba, antes bien, libranos de todo peligro, virgen gloriosa y bendita.
+ Gerardo
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