Este mes de octubre, que ya termina, como Mes misionero extraordinario y que ha sido motivado por la celebración del centenario de la carta apostólica del papa Benedicto XV Máximum illud, no debe terminar su significado, sino que debe suscitar en nosotros el espíritu misionero para toda nuestra vida como evangelizadores, porque en ella aparecen las actitudes más importantes que debe tener un buen evangelizador misionero.
En esta carta apostólica el papa Benedicto XV expresa lo importante y necesaria que es la santidad de los agentes de la evangelización para el anuncio del evangelio.
Para la eficacia apostólica es necesaria una profunda unión con Cristo que, a medida que el mundo se ha ido secularizando, dicha unión con Cristo se hace cada vez más necesaria y debe ser más estrecha, lo mismo que la participación cada día más convencida y alegre en la pasión por el anuncio del evangelio, desde el amor a todos y siendo misericordiosos con todos.
Hoy, esta unión cada día mayor con el Señor y esta participación en la pasión por el anuncio del evangelio, reclama evangelizadores —hombres y mujeres—, que nos distingamos por el celo evangelizador y por la santidad personal de vida, como algo necesario en todo tiempo, pero especialmente importante en el momento actual y en la Iglesia de hoy.
El papa Francisco al instituir el mes de octubre como Mes misionero extraordinario quiere que este sirva de motivación importante para los evangelizadores actuales, para que crezcamos en nuestro compromiso misionero y en el ardor evangelizador de llevar a todos los hombres la persona de Cristo y su mensaje salvador.
El objetivo más importante, por tanto, de este mes de octubre como Mes misionero extraordinario es estimular el crecimiento del ardor evangelizador y misionero.
De los pastores y de todos los agentes de evangelización, cultivando el encuentro y la inserción en el Señor y con el Señor, desde el fiel seguimiento de su mensaje y de su estilo de vida como el gran evangelizador y el modelo de todos los evangelizadores.
El objetivo es estimular el crecimiento del ardor evangelizador
Esta renovación del celo evangelizador y misionero pide de los evangelizadores una verdadera conversión personal, pastoral y evangelizadora.
Esta conversión personal, pastoral y evangelizadora consiste en vivir la misión como oportunidad permanente de anunciar a Cristo, ayudar a que los demás se encuentren con Él y comunicar lo que ha supuesto nuestro encuentro personal con Él. Y, todo ello, hacerlo desde nuestro testimonio, de tal manera que con este testimonio ayudemos a los demás a aproximar el amor de Dios a cada hombre y, de manera especial, a los más necesitados de su misericordia.
El Mes misionero extraordinario quiere ser un mes de oración y reflexión sobre la misión evangelizadora de la Iglesia y de cada uno de nosotros, debe servir para esta renovación de la fe eclesial, para que en el corazón esté presente y obre siempre la Pascua del Señor.
Esta renovación del celo evangelizador y misionero pide a los evangelizadores una verdadera conversión
El Mes misionero extraordinario debe ayudarnos a todos a tomar conciencia y a ser cada vez más «Iglesia en misión» y como dice el papa Francisco, la Iglesia evangelizadora comienza por evangelizarse a sí misma llegando a ser comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, que tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor. La Iglesia, pueblo de Dios en el mundo que somos y formamos todos, con frecuencia se ve tentada por los ídolos, por eso necesita saber proclamar las maravillas del Dios que le han convertido al Señor y ser renovada y reunida por Él. En una palabra: esto quiere decir que la Iglesia necesita siempre ser evangelizada si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza de anunciar el Evangelio.
El papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium reclama de los evangelizadores una auténtica conversión personal y pastoral para que seamos verdaderamente agentes evangelizadores y misioneros, que tengamos credibilidad y eficacia evangelizadora, precisamente porque lo que pedimos y predicamos a los demás, nosotros lo vivamos con frescura y ardor en nuestra vida personal.
+ Gerardo
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