Queridos amigos:
Si en la semana Pasada hablábamos de que estábamos en plena Visita Pastoral, hoy tenemos que decir que estamos en plena Cuaresma, que vamos avanzando y ya nos queda muy poco para la Pascua de Resurrección y que por lo mismo hemos de aprovechar este tiempo que nos queda de Cuaresma y de tiempo de preparación para la celebración de la fiesta más importante de los cristianos que es la Pascua de Resurrección, el paso de la muerte a la vida de nuestro Señor Jesucristo.
En esta Cuaresma el Papa nos urgía a buscar la armonía perdida por el pecado, armonía existente cuando Dios crea al hombre. Haciendo lo en plena armonía con Dios y con la naturaleza. Fruto de esa armonía con Dios y con la naturaleza es la consecución de la felicidad por parte del hombre.
Avanzar en esta armonía con el Creador y con la creación es y debe ser el fruto de nuestra conversión. El pecado deshace dicha armonía
Avanzar en esta armonía con el Creador y con la creación es y debe ser el fruto de nuestra conversión. El pecado deshace dicha armonía y felicidad pero el Señor nos sigue llamando a volver a la misma porque solo desde ella el ser humano logra ser feliz.
La tarea y misión de la Cuaresma es que cada uno de nosotros reconozcamos que estamos fuera de aquella armonía inicial con la que fuimos creados y que el Señor nos pide que recorramos todo un camino de conversión, de vuelta hacia esa reconciliación con Dios y con la creación. Cristo muere precisamente para devolvernos la armonía que habíamos perdido. Su muerte, su sangre derramada por nosotros, es el rescate que Cristo ofrece una vez para siempre en la cruz, para que nosotros salgamos de nuestra vida caduca, de pecado y de desajuste al que nos ha llevado el pecado, y resucitemos a esa otra vida de amistad con el Señor y de reconciliación con toda la creación.
En este empeño encuentra sentido nuestra oración, nuestro ayuno y nuestro sacrificio:
Nuestra oración porque en ella nos encontramos como seres pobres y necesitados y, encontrándonos así, estamos reconociendo que Dios es Dios, que nosotros somos sus criaturas pobres y caducas, que necesitan siempre de la fuerza y la gracia de Dios para permanecer unidos en armonía plena a nuestro creador.
Necesitamos de la oración porque ella nos hace renunciar a todas nuestras idolatrías y autosuficiencias de nuestro yo y sentir que tenemos necesidad del Señor y de su misericordia.
Aprovechemos el tiempo que nos queda de Cuaresma para morir a todo lo que haya en nosotros de pecado, de falta de armonía con Dios y con los demás
Nuestro ayuno: un ayuno que consista en cambiar nuestras actitudes con los demás y con las criaturas; pasar de devorarlo todo a la capacidad de sufrir por amor a los demás, que llenará nuestro corazón.
Nuestra limosna: para aprender a salir de nosotros mismos, acumulando para nosotros, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece, y poder encontrar el proyecto de Dios sobre nosotros, sobre la creación y las criaturas y ajustar nuestra vida a Él, encontrando así nuestra felicidad verdadera.
Aprovechemos el tiempo que nos queda de este tiempo de Cuaresma para morir a todo lo que haya en nosotros de pecado, de falta de armonía con Dios y con los demás, e ir resucitando al reconocimiento de la necesidad de Dios en nuestra vida, la búsqueda del amor a los demás y por los demás y en la búsqueda del proyecto de Dios sobre nosotros, sobre la creación y sobre las criaturas, para hacerlo realidad en nuestra vida.
+ Gerardo
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