Hasta hace no mucho tiempo hablar del mes de octubre como el «mes del rosario», era algo que entendía todo cristiano y no extrañaba a nadie, porque la práctica del rezo del rosario era una experiencia que se vivía en muchas, por no decir en la mayoría de las familias cristianas.
Hoy, si las familias cristianas tuvieran que explicar a otras que no lo son en qué consiste dicha práctica, seguro que encontrarían serias dificultades para hacerlo, por no decir, que no lo lograrían; porque ya se desconoce, porque ya en las familias cristianas tampoco se practica el rezo del rosario.
La familia no reza el rosario, no porque esta práctica haya dejado de tener validez, sino porque ya no se reza ni el rosario ni otro tipo de oraciones en familia.
Nuestras familias ya no rezan juntas como familia. Es más, cuando la madre o la abuela rezan, lo hacen cuando están solas, cuidando que no esté el resto de la familia delante para no molestar, para que los otros no se sientan mal, como si rezar fuera algo que la familia y en la familia cristiana se debiera ocultar.
El rosario, como lo fue siempre, sigue siendo una oración válida y valiosa, y los que solemos rezarlo lo sabemos, pero para poder entender y descubrir su sentido, antes debemos recuperar el valor de la oración en familia, descubrir lo valiosa que es como experiencia para los hijos. A través de la oración los hijos van a tener una experiencia de fe, experiencia esta, que va a tener una importancia grande para toda su vida como creyentes.
Cómo olvidar aquella estampa en la que el padre o la madre dirigía el rezo del rosario y los hijos, unas veces más formales, y otras menos, porque éramos críos, pero rezábamos, nos dirigíamos a María, una y otra vez, hasta las cincuenta avemarías que componen los cinco misterios. Por cincuenta veces le decíamos juntos los mismos piropos a la madre del cielo, la llena de gracia, la felicitábamos porque el Señor está con ella, la llamábamos bendita porque ha sido elegida entre todas las mujeres, y le agradecíamos el fruto de su vientre: Jesús.
También le pedíamos por nosotros, que nos sabemos pecadores, no solo ahora en esta vida, sino que solicitábamos su auxilio en la hora de nuestra muerte.
Queridos amigos, queridos cristianos: tenemos que recuperar la oración y la oración en familia y, por qué no, el rosario en familia. No importa que a veces nos distraigamos y despistemos, pero si sabemos que estamos piropeando a nuestra madre y que le estamos pidiendo su amparo y ayuda, con ello tiene más que cumplida su misión el rezo del rosario.
La pérdida de esta práctica del rezo del rosario en familia nos hace ver no solo eso, nos hace entender que no es el rosario lo que no rezamos, porque, como dicen algunos, resulta muy monótono y nos distraemos y no sabemos lo que decimos. El problema auténtico es que no rezamos, que la oración no tiene importancia hoy para tantos que se llaman cristianos y que, no es que no recen el rosario, es que no rezan nada.
La oración en familia, sea del tipo que sea, es un signo claro de que se es una familia cristiana, porque el que reza es que cuenta con el Señor; pero si no se reza, Dios ha dejado de tener en nuestra vida la importancia que le corresponde.
Amigos y familias cristianas: mirémonos por dentro, fijemos nuestro pensamiento y nuestros ojos en nuestra familia y analicemos si la oración tiene o no tiene importancia para nosotros, porque su realidad o su ausencia es el barómetro de nuestra fe, de nuestra identidad de cristianos y de lo importante o no importante que está siendo Dios en nuestra vida y en nuestra propia familia.
+ Gerardo
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