Hoy, 11 de abril de 2018, se cumplen 450 años de la fundación del Monasterio de San José en Malagón, la tercera fundación de santa Teresa que, solo en este caso, levantó de nueva planta su idea conventual, puesto que otras fundaciones se asentaron sobre edificaciones ya existentes.
Por este motivo, el monasterio celebra hasta el próximo 15 de octubre de 2018 un Año Jubilar que vive esta semana una sucesión de momentos importantes, hasta la misa de acción de gracias por los 450 años del monasterio, que presidirá el obispo, monseñor Gerardo Melgar, el próximo sábado 14 de abril en Malagón.
El 11 de abril de 1568 la comunidad de monjas llegó a unas casas en la plaza del pueblo, donde permanecieron 11 años, hasta 1579, cuando ya se trasladan a la nueva construcción. Aquel 11 de abril, cuando comenzó la andadura de las monjas en Malagón, desde entonces ininterrumpida, fue Domingo de Ramos, y la propia santa Teresa lo cuenta así: «Yendo la procesión del lugar por nosotras, con los velos delante del rostro y capas blancas, fuimos a la iglesia del lugar [actual Santa María Magdalena], adonde se predicó, y desde ahí se llevó el Santísimo Sacramento a nuestro monasterio [las casas donde permaneció 11 años la comunidad]. Hizo mucha devoción a todos. Allí me detuve algunos días. Estando uno, después de haber comulgado, en oración, entendí de nuestro Señor que se había de servir en aquella casa» (Libro de las Fundaciones).
Tal fue la implicación de la reformadora en la obras del monasterio, que se cuenta: «En los días que duró la obra andaba la Santa desde que amanecía con los oficiales, dándoles prisa y diciéndoles lo que habían de hacer, y ella era la primera que tomaba la espuerta, y a las once de la noche venía a rezar lo que le faltaba» (Padre Rivera, biógrafo y confesor de santa Teresa de Jesús). De este modo construyó la santa la morada para sus monjas, paralela a la construcción de la morada interior por el «soberano arquitecto».
El edificio del Monasterio de San José de Malagón.
Se trata de la única construcción de nueva planta, en contraposición a otras fundaciones que se asentaban sobre edificaciones ya existentes.
En su estructura, el monasterio se compone de un huerto, la iglesia y el convento. El edificio es sumamente sencillo, pobre y austero, como corresponde a una estructura tipológica de edificio carmelitano de gran austeridad, pero de recia consistencia y relativa amplitud, desarrollándose en dos plantas, con sus dependencias en torno a un claustro central, constituido por un primer cuerpo porticado de columnas de piedra, y otro superior con balaustrada, pies derechos, zapatas y viguería de madera, formando una galería abierta sobre el patio.
La construcción responde a muros de mampostería en sus cuerpos bajos, y a tapial en los altos. La viguería se estipuló fuese de forjados y las cubiertas de madera, y la solería de baldosa de barro cocido.
La iglesia y el convento tienen fachada a una plazoleta, el huerto cercado se encuentra en la parte posterior. En la zona oeste se levanta la iglesia, de una sola nave y capilla lateral, apreciándose en ella el concepto de axialidad con un eje direccional integrador de los distintos espacios interiores, muy del gusto de Nicolás de Vergara. La planta de la iglesia es muy sencilla. Siguiendo el tipo arquitectónico austero carmelitano se reduce a un rectángulo de nave única y una capilla lateral.
La decoración y cubierta es muy sencilla, a base de arcos de modalidad rampante y luneto, y a través de tres de estos llega la luz lateral. Actualmente, se cubre la nave con una bóveda rebajada, con luneros y arcos fajones sobre pilastras toscanas, que soportan entablamentos corridos moldurados. Sobre el presbiterio se remata con una pequeña cúpula que no se trasdosa al exterior, y a los pies de la iglesia con el coro alto. Al exterior se aprecia una cubierta a dos aguas de teja curva, sobre un tablero de ladrillo que se apoya en correas sobre cerchas de madera, salvo la zona de la cúpula, de reciente restauración, que son de hierro.
La construcción de esta bóveda, en la época barroca, sustituyó la cubierta originaria formada por un hermoso artesonado de madera, de par y nudillo, hoy desaparecido. La fachada es de lo más sencillo.
El convento consta de un patio central rodeado de un claustro que sirve de enterramiento para las monjas, al que van a dar el refectorio o comedor, coro, locutorio, portería, sala de recreo y los confesionarios; el claustro y corredores, con columnas de piedra labrada; el coro bajo, donde está el comulgatorio que utilizara Santa Teresa, que se conserva intacto y en el que las monjas han recibido por tiempo inmemorial la Comunión. En el piso alto, sobre el claustro bajo, hay un corredor abierto de buen tamaño y techo alto, alrededor del cual están las celdas, en una de ellas habitó Santa Teresa y se conserva con la misma puerta, llave, pavimento y ventana.
La iglesia comunica con el convento, en la parte inferior, a través de una ventana con rejas de hierro situada en al Altar Mayor –el coro bajo-; y en la parte superior con el “corito alto”, especie de oratorio donde se venera una imagen muy devota y milagrosa del Ecce Homo que dejó santa Teresa en el convento, que da con una ventana de rejas a la iglesia, justamente al Altar Mayor.
Las dependencias del convento albergan acontecimientos y recuerdos de Santa Teresa de Jesús, episodios de su vida, así como objetos que ella puso: en el comedor o refectorio se conservan las mesas de nogal de una sola tabla cada una. En una de estas, presidiendo la comida, la Santa se quedó “arrobada” a vista de la comunidad; se conserva el filtro de piedra para el agua; y en la cocina un tronco de madera para machacar; la celda que habitó Santa Teresa con el sillón de madera tosca y la mesa sobre la que tantas cartas escribió. En esta celda, conservada con especial esmero por las monjas, hay una imagen de la fundadora sentada en actitud de escribir, adonde acuden frecuentemente las monjas, a lo largo de la jornada y en especial antes de retirarse al descanso, para implorar la protección y bendición de la Santa.
El Monasterio de San José ha gozado siempre de ejemplar ambiente de paz y orden, que imprimió santa Teresa bajo todos los aspectos a esta especialmente querida casa de Malagón; la permanencia en ella fue una de las temporadas más sosegadas de la vida de Santa Teresa, llevándola a desear permanecer en él durante toda su vida. En seis ocasiones, al menos, permaneció Santa Teresa de Jesús en este Monasterio de San José de Malagón.
Retablo mayor de la iglesia del Monasterio de San José.
El retablo mayor de la iglesia, obra cumbre del arte español y el más bello retablo barroco toledano del siglo XVII. Está dedicado a la Trinidad: la Trinidad divina; la Sagrada Familia, Jesús, José y María; y san Joaquín, santa Ana y su hija la Virgen María. Este retablo contiene la particularidad de contener distribuidas treinta y tres trinidades de ángeles presididas por la Santísima Trinidad y la Sagrada Familia de Nazaret. Consta de una elevada gradería rematada en el manifestador formando un único cuerpo y gran ático; centrando la composición la Sagrada Familia, que en una hornacina, a modo de fruta, invade el ático.
El retablo se compone de tres calles: la central, donde en la parte baja o banco está el Sagrario, y subiendo nos encontramos con el templete que cobija el Tabernáculo; la Sagrada Familia, el Espíritu Santo y Dios Padre. Las dos laterales contienen las imágenes de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Santísima Virgen. En la parte superior están representados los arcángeles San Miguel y San Rafael, uno a cada lado. También componen el retablo más de 50 ángeles y serafines, así como numerosos elementos ornamentales y dos escudos iguales de los Condes de Valparaíso, cada uno en un extremo a la altura de la cornisa. El retablo es de madera policromada. En su planta, transmite la idea de movimiento y se inserta en el espacio; está integrado como un todo, a pesar de ser posterior a la construcción de la iglesia.