El domingo 16 de noviembre celebramos la Jornada Mundial de los pobres, con el lema Tú, Señor, eres mi esperanza. El delegado de acción sociocaritativa nos habla de la «necesidad de que todas nuestras comunidades cristianas se vean reforzadas, asistidas y evangelizadas por la presencia de los pobres».
Por Felipe Ñuñoz Maldonado
Tengo que confesar, que desde que el papa Francisco instituyó esta jornada, me ha interpelado mucho su contenido, la intención y su colocación en el calendario litúrgico. Una jornada novata, pero a la vez veterana porque apela a los orígenes de la evangelización. ¿Por qué instituyó el papa Francisco esta jornada? ¿Acaso no están los pobres en el centro de la Iglesia? ¿Qué rondaba en su cabeza de pastor, para educarnos en esta verdad de acompañar y evangelizarnos mutuamente? A la vista está, que es una realidad pastoral y de identidad profunda de la Iglesia; que no perdamos la verdadera caridad en los pobres. La celebración litúrgica —el domingo anterior a Cristo Rey del Universo—, cuando se cierra el año litúrgico, nos advierte de que el trato a los pobres será nuestra puerta estrecha para el cielo.
Este año jubilar, nos ofrece un lema apropiado: Tú, Señor, eres mi esperanza (Sal 71, 5); efectivamente, el pobre puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable, porque es profesada desde la precariedad y la marginación. Su esperanza no reposa en poder o tener, sino en reconocer a Dios como nuestra única esperanza. De ahí la necesidad de que todas nuestras comunidades cristianas se vean reforzadas, asistidas y evangelizadas por la presencia de los pobres, integrándonos todos en grupos, celebraciones, oraciones, acciones sociales en favor de ellos.
El pasado 2 de noviembre rescatábamos del letargo,el Signo permanente de Solidaridad, que se instituyó hace 25 años, en el jubileo del 2000. Un signo diocesano que ayuda a mantener las acciones que nos sobrepasan y exceden como proyectos personales, pero gracias a la aportación de todos, como diócesis, podemos dar respuesta a los dos grandes programas de acción social: personas sin hogar y programa de adicciones. Hay que apostar por estos «signos-gestos» de nuestra historia diocesana de caridad, que nos han definido a lo largo de muchas décadas y que tanto bien han hecho. Desde la localidad más pequeña, hasta la más numerosa, apostemos por sostener estos centros, porque tarde o temprano los utilizan vecinos de todas nuestras localidades provinciales.
Este año, para celebrar esta Jornada mundial de los pobres, hemos decidido realizar la Asamblea de Cáritas diocesana para seguir apostando, analizando y decidiendo las mejoras de nuestra evangelización junto a los pobres, y que nuestras acciones sean acordes a las nuevas pobrezas que el informe de la fundación Foessa, en su IX edición, nos advierte: «Hay un proceso inédito de fragmentación social en España en el que se contrae la clase media». Este es un informe muy riguroso, aunque cueste leerlo por su cantidad de datos e información, pero nos ayuda a analizar las nuevas pobrezas. No fallan las personas, falla el sistema. Es un informe sociológico, que se necesita, pero sabemos que más allá de su análisis exhaustivo, nos va a ayudar a reconocer en los pobres la carne de Cristo.
Finalmente, el Papa León, nos ha regalado, como testamento del papa Francisco, el proyecto que ya tenía muy avanzado para la exhortación que finalmente se ha publicado: Dilexi te: Te he amado. Sobre el amor hacia los pobres. Te animo a leer y meditar esta encíclica. ¡Que preciosidad! ¡Qué ruta y pistas nos da tan exacta, para los cristianos en particular y en los proyectos comunitarios y organizativos como Iglesia!. Te animo a rezar esta oración; compuesta del mensaje del Papa para esta jornada:
Oración inspirada en el Mensaje del santo Padre León XIV para la IX Jornada Mundial de los Pobres
Señor Jesús,
roca firme y esperanza de los humildes,
Tú conoces el clamor de los pobres y escuchas su oración.
Ellos confían en Ti, incluso cuando todo parece perdido,
y nos enseñan que solo quien se apoya en tu amor
encuentra fuerza para seguir caminando.
Tú, Señor, eres nuestra esperanza.
Cuando las riquezas engañan y los poderes del mundo se imponen,
Tú permaneces fiel.
Haz que tu Iglesia no olvide nunca
que los pobres son tus preferidos,
no como objeto de compasión, sino como maestros de fe y de esperanza.
Despierta en nosotros la valentía de servir,
la alegría de compartir,
y el compromiso de transformar las estructuras
que generan pobreza e injusticia.
Enséñanos que ayudar al pobre no es sólo un acto de caridad,
sino un deber de justicia y una respuesta a tu Evangelio.
Señor, haz que nuestras comunidades sean hogar para todos,
donde los descartados encuentren dignidad
y los desesperanzados descubran tu rostro de ternura.
Que aprendamos a ver en cada pobre
un hermano que nos conduce a Ti.
María, Madre de los pobres y consuelo de los que sufren,
acógenos bajo tu manto y enséñanos a confiar,
como tú, en la promesa del Señor.
Que con tu intercesión podamos repetir cada día:
«Tú, Señor, eres mi esperanza; no quedaré nunca defraudado». Amén.