La Catedral de Ciudad Real acogió, al mediodía del 4 de octubre, la misa de envío de los maestros y profesores de Religión de la diócesis. El obispo, mons. Abilio Martínez Varea, presidió la eucaristía, en la que concelebraron sacerdotes que también imparten la asignatura de Religión, así como el vicario de Pastoral, Óscar Casas. Numerosos docentes, acompañados por familiares, participaron en la misa que marca el comienzo del curso escolar.
Durante la eucaristía, el obispo entregó la missio canónica a varios profesores, signo del envío eclesial para su tarea educativa. La celebración concluyó con la acción de gracias de Pablo Rodríguez Cabanillas, delegado diocesano de Enseñanza, en nombre de todos los profesores.
El delegado de Enseñanza explicó que este encuentro es un momento clave del curso para los profesores de Religión, «aproximadamente 210 o 220 profesores de Religión, de Infantil, Primaria y Secundaria, tanto en la pública como en la concertada».
Rodríguez Cabanillas destacó que la entrega de la missio «es fundamentalmente la misión que nos encomienda el obispo a cada uno de los profesores, porque somos enviados por la Iglesia diocesana a impartir Religión en los centros».
Escuchar, acompañar y educar con amor
En la homilía, don Abilio explicó que la celebración «no es un acto puramente formal, burocrático o administrativo», ya que «los papeles ya están hechos, los contratos firmados». Lo importante, explicó, «es que se trata de una realidad eclesial», en la que los profesores deben sentirse «enviados por Jesucristo a través de la Iglesia diocesana».
Tomando las palabras del Evangelio —como el Padre me ha enviado, así también os envío yo—, el obispo recordó que los docentes «son enviados por Jesús a través de la Iglesia al mundo de la enseñanza». Explicó que la educación forma parte de la misión eclesial, «que tiene tres patas: la litúrgica, la caritativo-pastoral y el anuncio de la Palabra [...]. Ahí estáis vosotros en la escuela, para anunciar la Palabra».
Dirigiéndose a los profesores, monseñor Martínez les recordó que no son catequistas, sino «maestros como el resto que imparten las diferentes asignaturas, con vuestra titulación y vuestro perfil académico absolutamente completo». Sin embargo, añadió, además de ese perfil académico, «también tenéis un perfil eclesial y una vida cristiana».
El obispo explicó que la confesionalidad de la clase de Religión no radica en los alumnos, sino en la vida del profesor: «La clase de Religión es confesional, no porque los alumnos sean confesionales, sino porque el profesor lo es. En vuestra vida cristiana está la confesionalidad».
Comentando el Evangelio de san Juan, don Abilio comparó la situación de los discípulos «encerrados por miedo a los judíos» con la de los docentes que afrontan hoy dificultades en su trabajo. «A veces nos podemos sentir también con miedo porque las leyes cada vez son más restrictivas, hay menos horario y no hay alternativa real en bachillerato». Pero, ante esta realidad, los animó a confiar en el Espíritu Santo y en la comunidad eclesial: «Hoy es un día para que sintáis el aliento de Jesucristo, a que sintáis también el apoyo de la Iglesia. No estáis solos en la escuela, no estáis solos en vuestras clases: tenéis el apoyo de la Iglesia y el Espíritu Santo que está con vosotros todos los días».
Además, el obispo invitó a los docentes a ser presencia cercana para sus alumnos. «Que sepáis escuchar a los alumnos. No se trata solo de una transmisión de conocimientos o de valores. Escuchad, sobre todo, a los adolescentes, que están muy necesitados de que alguien los escuche sin juzgarlos demasiado», dijo. En la misma línea, les pidió tratar a «vuestros alumnos con cariño, tratadlos con amor —añadió—. El profesor de Religión tiene que estar ahí para escuchar y dar esperanza, para escuchar y animar».
Concluyó pidiendo al Espíritu Santo que fortalezca su tarea: «Que hoy os sintáis, porque lo vais a ser, realmente enviados a la escuela, y que tengáis el Espíritu Santo en medio de todas las dificultades».
Vocación, empatía y alegría en la enseñanza
Entre los asistentes, los docentes destacaron la alegría de comenzar el curso con el envío del obispo. Una de las profesoras, Francisca Patón de Nova, recientemente jubilada, compartía su experiencia después de muchos años en el aula: «He estado muchos años con los chicos y creo que hay que llevarles a una educación cristiana que muchos no conocen. Hay padres que tampoco saben lo que realmente es una clase de Religión», explicó. «Cada mañana me levantaba con ilusión y empatía hacia los niños que necesitaban un trato más especial. Eso es lo fundamental: la ilusión y la empatía».
Otra profesora, Fátima Arias Sánchez, subrayó que una clase de Religión «es dar a conocer a Jesús y, a través de Él, a su familia y a su entorno». Considera que la asignatura «ayuda al desarrollo integral del alumno, porque además de conocer la vida de Jesús, se trabajan valores».
Sembradores del Evangelio en el corazón del mundo educativo
En la acción de gracias de la misa, Pablo Rodríguez Cabanillas expresó el sentir de los docentes. Agradeció «al obispo emérito, don Gerardo Melgar, su acompañamiento en estos años».
Rodríguez Cabanillas dio también las gracias «por el don de la continuidad pastoral», reconociendo «al Papa León, que nos ha enviado a un nuevo obispo, don Abilio, a quien acogemos con alegría y nos ponemos a su disposición». Se dirigió al obispo, agradeciendo «su disponibilidad para pastorear esta Iglesia diocesana, en la que también nosotros, como profesores de Religión, somos sembradores del Evangelio en el corazón del mundo educativo. Gracias, en nombre de todos los profesores de Religión, por acompañarnos desde el primer día», concluyó.