El pasado domingo 2 de febrero se celebró la fiesta de la Presentación del Señor. En este día se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, este año con el lema Peregrinos y sembradores de Esperanza.
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En la celebración de esta fiesta, los religiosos y religiosas de la diócesis renuevan en sus votos religiosos. En Ciudad Real, lo hicieron en la catedral, durante la misa que presidió el obispo, don Gerardo Melgar y que fue, además, una de las celebraciones eucarísticas del Jubileo en nuestra Iglesia, al tratarse del primer domingo de mes en la catedral.
La liturgia comenzó a los pies del templo, con el encendido de las candelas y la procesión inicial. Concelebraron varios sacerdotes, entre los que había varios religiosos de comunidades de la diócesis.
Peregrinos de esperanza
Don Gerardo aprovechó en lema de la Jornada de la Vida Consagrada —Peregrinos y sembradores de esperanza— para hablar a los religiosos sobre la continuidad esperanzada en el compromiso y sobre la necesidad de sembrar esperanza en el mundo.
De este modo, ser «peregrinos de esperanza» nos lleva «a ser buscadores de esperanza, reavivando nuestra esperanza en el corazón y en la vida como personas consagradas». En este sentido, don Gerardo advirtió que «el paso del tiempo como consagrados puede dejar su huella y hacer que vaya languideciendo la esperanza y la ilusión, ese ardor que teníamos para vivir nuestra vocación y nuestro carisma». Ante esto, «necesitamos recobrar la esperanza de responder como el primer día de nuestra consagración a lo que el Señor nos pide en cada momento», dijo.
Por otro lado, la escasez de vocaciones en las congregaciones «puede hacernos caer en el pesimismo», así como el ambiente social, en el que no se valora la vida consagrada. Ante esto, don Gerardo recordó cómo el año jubilar invita a todos los cristianos a «reavivar la esperanza» y, refiriéndose a los consagrados, a reavivar el «entusiasmo personal en la vivencia de la consagración a Dios y de la misión y carisma que cada congregación tiene».
Para reavivar la esperanza, invitó a los consagrados a revisar su vida personalmente y en las comunidades con la confianza de que «Dios sigue con nosotros, que Dios sigue a nuestro lado. Que Dios es el que da sentido a todo lo que vivimos y a todo aquello a lo que renunciamos».
Sembradores de esperanza
«Hemos de ser peregrinos en busca de fe y de esperanza en nuestro camino, dando nuevo frescor a nuestra consagración al Señor. En la medida en que cada uno reavive la vivencia auténtica de consagración y de esperanza creyente, en esa misma medida estaremos cumpliendo y haciendo realidad el segundo objetivo que nos plantea el lema de la jornada»: ser sembradores de esperanza.
Sobre este segundo objetivo, invitó a los religiosos a «ser apóstoles desde nuestro carisma al servicio del cual hemos entregado y consagrado nuestra vida, para que otros de los que nos contemplan vean en nosotros una llamada a imitar nuestro camino y a tomar el testigo en el futuro». Añadió que «hemos de ser presencia elocuente de la presencia y de la vida de Dios en medio de este mundo, y encarnación de la esperanza que falta al mundo, precisamente porque ha prescindido de Dios, que es el que nos da la razón de nuestra vida, de nuestra entrega y de nuestra esperanza».
En este sentido, pidió a los consagrados ser referentes de la entrega para todos porque, si «de verdad vivimos con esperanza, con ilusión, con ardor creyente, nuestra vida como consagrados […] los demás van a percibir que en nosotros encuentran un motivo para para vivir con esperanza. […] Hemos de ser testigos y sembradores de fe y de esperanza en los demás». Los consagrados, continuó, deben ser ejemplo de que «la esperanza es posible en el mundo. A nosotros nos ven esperanzados porque ven que Cristo es nuestra única esperanza, y Él es el que llena de fe y de esperanza nuestra vida. Ven en nosotros que la fe da sentido a nuestras renuncias y nos ven felices y esperanzados, porque, como decía santa Teresa, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta».
Cristo es la luz
La celebración de la Presentación del Señor comienza con toda la comunidad portando velas encendidas. Don Gerardo se refirió a esta parte de la liturgia y el símbolo de la luz: «Hemos recibido hoy a Cristo que viene a nosotros como luz, luz del mundo y luz que ilumina nuestro camino y nuestra vida, porque Él es la esperanza que no defrauda, sino que da sentido a todo cuanto somos y vivimos. Hemos venido con las luces encendidas en la luz de Cristo. Es Cristo mismo que viene a cada uno de nosotros y nos dice que tenemos que ser luz».
Desde el símbolo de la luz, insistió «Cristo es la luz que da sentido a nuestra consagración» y «hoy viene a nosotros como luz que quiere renovar nuestra consagración para que la vivamos en todo su sentido y desde la luz, que es Cristo».
De este modo, «también nosotros nos convertiremos en luz que brilla en la tiniebla del mundo y llamada para todos cuantos nos contemplan a ser también ellos luz y vivir en la claridad de la luz de Cristo».
«Seamos luz que resplandece en medio del mundo y convirtámonos en sembradores en medio de este mundo de esta luz que es Cristo. Seamos interpelación para quienes nos contemplan, que vean que nuestra vida y nuestras obras glorifican a nuestro Padre, y les inviten a hacer lo mismo», concluyó.