Como cada año, el pasado 2 de febrero los religiosos se reunieron en la catedral, donde renovaron sus votos en la celebración de la Presentación del Señor. En este día, desde que la instituyera el papa san Juan Pablo II en 1997, se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, este año con el lema Aquí estoy, Señor; hágase tu voluntad.
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La liturgia, presidida por el obispo, don Gerardo Melgar, comenzó a los pies del templo con el encendido de las candelas y la procesión inicial. Concelebraron varios sacerdotes, entre los que había varios religiosos de comunidades de toda la diócesis.
Don Gerardo, en sus palabras en la homilía, recordó la institución de la Jornada de la Vida Consagrada, que se unió a la fiesta de la Presentación del Señor, lo que «nos ayuda a todos a valorar el gran regalo y la gran riqueza que tiene la Iglesia en la vida consagrada».
«Además, para las personas consagradas, esta celebración es una llamada a renovar cada año su plena consagración a Dios como el más importante de los tesoros que de Él han recibido». En este sentido, como un tesoro regalado, se refirió el obispo a la vocación a la vida consagrada, expresada con el lema de la jornada—Aquí estoy, Señor; hágase tu voluntad—, que «resume la razón de la entrega y la disponibilidad de cada una de las personas consagradas a Dios, por lo que han entregado y entregan su vida para hacer la voluntad de Dios».
«El Señor se ha fijado en vuestras personas y os ha llamado y os está acompañando durante toda vuestra vida de entrega y de consagración a Él»
Así, cumplir la voluntad de Dios es la «máxima aspiración» de las personas consagradas, un objetivo por el que «luchan, se comprometen y se entregan por entero».
«El cumplimiento de la voluntad de Dios es lo que convierte la vida de las personas consagradas en una vida fecunda y llena de frutos. Personas que son tan importantes que no podemos pensar en la Iglesia sin la vida consagrada. La vida consagrada es, desde el cumplimiento de la voluntad de Dios, como la savia que circula por las venas de toda la Iglesia, que la alimenta y le da vigor».
El obispo definió la celebración de la Presentación del Señor y la Jornada de la Vida Consagrada como una acción de gracias «por el gran regalo que supone para la Iglesia la vida consagrada, que vive desde los planes de Dios». Por eso, «son también luz que alumbra en medio de la oscuridad del mundo».
«Que vuestra vida sea realmente un canto al cumplimiento de su voluntad y al plan que Dios tiene sobre cada uno de vosotros»
«Gracias que debéis dar, queridos consagrados y consagradas, porque el Señor se ha fijado en vuestras personas y os ha llamado y os está acompañando durante toda vuestra vida de entrega y de consagración a Él», dijo. A la vez, animó a los religiosos a pedir al Señor «para que vuestra vida sea realmente un canto al cumplimiento de su voluntad y al plan que Dios tiene sobre cada uno de vosotros».
En el cumplimiento de la voluntad de Dios, la Iglesia ofrece en el día de la Presentación del Señor tres ejemplos de obediencia: las «tres personas que componen la Sagrada Familia».
Por un lado, dijo don Gerardo, «el alimento de Jesús fue hacer en todo momento la voluntad del Padre, hasta el punto de entregar su propia vida por cumplir lo que el Padre le había encomendado». En Jesús encontramos el «modelo más pleno, más perfecto y excelente de alguien que en todo momento cumplió plenamente la voluntad de Dios».
«Nuestra vida como personas consagradas solamente se sostiene en toda su frescura en la medida en que está bien insertada en Cristo»
En el mismo sentido, la Virgen María «es también un modelo de disponibilidad y de entrega. Es un espejo en el cual nos podemos mirar. No acaba de entender lo que Dios le pide, pero cumple el plan de Dios sobre ella. Ella se fía de Dios y se olvida de sus propios planes para cumplir los planes de Dios. Le contesta con esa generosidad y ese convencimiento de que Dios es el que va marcando su camino».
En tercer lugar, san José «estuvo siempre atento a la escucha de lo que Dios le pedía para cumplir y hacer la voluntad de Dios», con total obediencia y confianza.
Continuando con la acción de gracias por la vida consagrada, don Gerardo invitó a los religiosos a «valorar la grandeza de vuestra vocación y la llamada que el Señor os sigue haciendo a ser testigos suyos en medio de este mundo», hombres y mujeres que han encontrado el «tesoro escondido».
Aún así, el cumplimiento de la voluntad de Dios tiene dificultades, puesto que en muchas ocasiones «resulta duro y es un camino y una vocación que tenemos que vivirla desde la cruz», dijo, pero «ni las dificultades, ni la cruz que vuestra vida consagrada lleva consigo, debe desanimarnos en la vivencia auténtica de la voluntad de Dios». A pesar de las dificultades, el Señor regala, junto a la llamada, «la gracia para que podamos superar cuantas dificultades encontremos». Por eso, continuó, «es tan importante en la vida consagrada la oración, la vida de intimidad con el Señor. Desde esa intimidad con Él es desde donde vamos a sacar las fuerzas necesarias para superar las dificultades y vivir plenamente la exigencia que supone el aceptar el plan de Dios sobre nosotros».
La vida consagrada es generosidad en la respuesta al Señor, pero no solo al inicio de la consagración, sino durante toda la vida. En ese camino de entrega al plan de Dios, «nuestra vida como personas consagradas solamente se sostiene en toda su frescura en la medida en que nuestra vida está bien insertada en Cristo y nuestra fe es firme en el Señor que nos llamó un día y sigue a nuestro lado, ayudándonos con su gracia para que seamos fieles a la vocación a la que hemos sido llamados».
Para concluir, se refirió a la renovación de los compromisos vocacionales que hacen los religiosos en esta celebración: «Que esta renovación sea para vosotros un nuevo impulso, una nueva llamada que el Señor os hace a vivirlos en toda su exigencia, desde la confianza de saber que la gracia del Señor va a estar siempre con vosotros, presente en vuestra vida y en el cumplimiento de su voluntad».