La Inmaculada Concepción

La Inmaculada Concepción de María es dogma de fe en el que se define a María preservada, desde su concepción, del pecado original por una gracia especial de Dios. Así pues María es la «llena de gracia» desde su concepción. 
 
El Dogma fue definido en la bula Ineffabilis Deus del 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pío IX en la basílica de San Pedro de Roma, rodeado de 92 obispos, 54 arzobispos, 43 cardenales y de una gran multitud de fieles. Tomamos una parte de la bula: 

«Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente , en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». 

Después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, en la aparición de la Virgen María a santa Bernadette, le pregunta quién es. La Virgen responde: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

Pero la concepción inmaculada de María ya era reconocida como tal desde muchos siglos antes de la proclamación del dogma. Numerosos Padres de la Iglesia escribieron afirmando la Concepción Inmaculada de la Virgen, como san Ireneo, san Efrén, san Ambrosio, san Jerónimo, san Juan Damasceno y tantos otros. Ya desde el siglo VI en la Iglesia oriental se celebraba la fiesta de la Inmaculada Concepción y en España se celebraba en Toledo desde el siglo VII siendo arzobispo san Ildefonso. En los siglos IX y X se extendió esta celebración en gran parte de Iglesia occidental, especialmente en España, Irlanda e Inglaterra.

Este misterio de fe de la Virgen, es eje principal para la juventud cristiana que dirige el empeño jovial de vivir en integridad la vida de pureza junto a la Virgen, en unión con ella, para consagrarle la belleza de su limpia y pura juventud.

Por Monjas Mínimas de Daimiel, artículo publicado en el número de Con Vosotros 1726, de 6 de diciembre de 2015