Resumen de las aportaciones sinodales en Ciudad Real

En este documento se resumen las aportaciones que se han hecho durante la fase diocesana del Sínodo en Ciudad Real, con la implicación de más de mil doscientas personas.

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Resumen de las aportaciones de los grupos sinodales en la diócesis de Ciudad Real

Relectura de la experiencia sinodal

En la Diócesis de Ciudad Real, la fase diocesana del Sínodo se ha desarrollado desde octubre de 2021 hasta mayo de 2022 con distintas experiencias: constitución del equipo sinodal, información en los arciprestazgos, elaboración de materiales, reunión en grupos de parroquias, asambleas parroquiales, reflexión en algunas delegaciones, movimientos e instituciones diocesanas… Se han recibido alrededor de 120 aportaciones de grupos, parroquias, movimientos, delegaciones, etc.

Se calcula que han participado en torno a 1100 personas, haciendo una estimación a la baja. El 14% de las aportaciones proceden de grupos de Cáritas, que son los participantes más activos, seguidos de las aportaciones de cofradías (12%) y catequistas (11%). Las demás aportaciones proceden de grupos de formación de adultos (7%), de liturgia (5,5%), pastoral de la salud (4%) y comunidades religiosas (4%). El 40% restante corresponde a consejos de pastoral, grupos de matrimonios y familias, delegaciones, pastoral obrera, Instituto de Teología, grupos Scout, Hakuna, pastoral gitana, neocatecumenales y otras aportaciones individuales.

La mayoría de las participantes han sido mujeres (aunque no es posible calcular los porcentajes). Las edades de participación van desde los 14 a los 90 años. En algunos encuentros se ha acogido la participación de personas de Ucrania, República Dominicana, Marruecos, Senegal, Mauritania, Rumanía y Nigeria.

A pesar de la diversidad de grupos que han participado, las aportaciones muestran una gran complementariedad. El proceso sinodal ha ayudado a valorar algunas experiencias de comunión que nos descubren la identidad sinodal de la Iglesia y que ya forman parte de la dinámica habitual de la vida cristiana. Los participantes narran con emoción que la oración y la liturgia eucarística sostienen su incorporación a la comunión de la Iglesia, especialmente en los momentos más destacados del año (Navidad, Semana Santa, la Vigilia Pascual, las fiestas patronales con sus manifestaciones religiosas populares, etc.). Se reconoce también que participar en algún grupo parroquial o en alguna hermandad ayuda a vivir la dimensión comunitaria de la fe. Muchos participantes agradecen proceder de una familia cristiana y haber tenido una educación religiosa.

Junto a estas experiencias más habituales, hay otras más extraordinarias que a muchas personas les han ayudado a tener la experiencia de la Iglesia como Pueblo de Dios en camino. Por citar algunas, podemos destacar las asambleas y encuentros que se realizan en algunas parroquias, las peregrinaciones (el camino de Santiago) y campamentos (sobre todo con jóvenes), las visitas del Papa (especialmente la JMJ de 2011), retiros y ejercicios espirituales, y otras actividades evangelizadoras (la marcha de Adviento, los Cursillos de Cristiandad…).

Algunos participantes agradecen la cercanía de la Iglesia y de los cristianos en momentos de dificultad, sobre todo la cercanía de los voluntarios de Cáritas en los meses de la pandemia. Estas experiencias muestran de manera sencilla la realidad comunitaria de la Iglesia.


Discernimiento de las aportaciones recibidas

En la oración, reflexión y discernimiento, los grupos han compartido en general un conjunto de experiencias parecidas. Las hemos clasificado en dos apartados: aquellas experiencias que nos alegran y animan, por una parte, y aquellas experiencias que nos preocupan e inquietan, por otra.

a. Experiencias que nos ilusionan y animan

En la reflexión de los grupos aparece siempre un conjunto de experiencias que transmiten ilusión y ánimo para vivir la fe y la pertenencia a la Iglesia. Ante todo, las ocasiones en las que se percibe el acompañamiento y la cercanía afectiva de los demás cristianos, especialmente cuando se comparte la fe en el seno de un grupo de referencia. En la misma clave, las oportunidades que se ofrecen en las parroquias y en la Diócesis para la formación, que transmiten ilusión para avanzar. Se valora mucho la oportunidad de conocer las actividades que realizan los demás grupos de la parroquia, la comunicación entre los grupos parroquiales o entre las distintas parroquias, y poner en común los varios carismas cristianos y las diferentes sensibilidades que enriquecen a la Iglesia.

La oración y la liturgia se reconocen como experiencias que, además de entroncarnos con el Señor y con la Iglesia como fuentes de identidad cristiana, nos animan y sostienen en la vida de fe. Del mismo modo, también nos anima recoger algunos frutos de nuestro esfuerzo evangelizador (por ejemplo, cuando los niños y jóvenes a los que acompañamos en catequesis responden con su compromiso eclesial); los pequeños resultados del trabajo pastoral ayudan a mantener el compromiso por la misión.

En muchos grupos es frecuente encontrar también como experiencia de alegría e ilusión la vivencia de la caridad, ya sea de maneras anónimas, ya sea —sobre todo— de manera organizada, a través de Cáritas. Se valora mucho a las personas que, movidas por la fe, se esfuerzan por erradicar la pobreza y la injusticia, trabajando cerca de los más empobrecidos. En algunos grupos se valora que este trabajo se realice sin prejuicios y sin juzgar a las personas que se acoge y a las que se presta ayuda.

En este sentido, en las aportaciones de los grupos también aparece un sentido agradecimiento a aquellas personas que ayudan con su testimonio sencillo; la vivencia que algunos cristianos tienen de su fe en sus parroquias anima a otros cristianos. También se reconocen como experiencias que animan las ocasiones en las que el obispo está cerca de las parroquias, o la cercanía de los sacerdotes y las religiosas a los cristianos de las distintas comunidades.

Por último, en algún grupo se señala que no hay que alegrarse solo de la participación de los cristianos en los actos litúrgicos o en las actividades pastorales, sino también del compromiso laical, del testimonio que algunos cristianos dan en medio del mundo, en su familia, en su trabajo… Estas experiencias, aunque más escasas, son también una fuente de alegría.

b. Experiencias que inquietan y preocupan
 
Las experiencias que generan preocupación, recogidas en las aportaciones de los distintos grupos, miran en primer lugar al entorno social en el que se sitúa la Iglesia: algunos grupos señalan que los cristianos tenemos a veces que hacer frente a prejuicios que pueden dificultar nuestra labor evangelizadora, y que nos obligan a tener la suficiente preparación para no estar alejados de la realidad y para mantener la adecuada presencia pública de la Iglesia.

Con todo, la mayor parte de las experiencias que generan inquietud se refieren a la dinámica interna de la comunidad cristiana. Es difícil resumir todas las aportaciones; cuando se trata de discernir, lo que suele salir más fácilmente es aquello con lo que no estamos contentos y queremos cambiar… Además, en este ámbito se aprecian más claramente las distintas sensibilidades de los grupos. En cualquier caso, estas experiencias no aparecen con amargura o con resentimiento, sino con un verdadero interés constructivo. Vamos a resumirlas haciendo alusión a algunos ámbitos de reflexión general propuestos en el Documento Preparatorio del Sínodo.

1. Las personas: ¿quiénes caminamos juntos?

En la mayor parte de los grupos se constata que en la comunidad cristiana hay grandes ausencias. Destaca, fundamentalmente, la preocupación por la ausencia de los jóvenes, a los que se dedican tantos esfuerzos pastorales. Muchos se preguntan si ya no sabemos conectar con los jóvenes, o si hay algo que les impide implicarse en la Iglesia. Esta situación conduce en muchos lugares a comunidades cristianas más envejecidas, y por consiguiente en disminución; se dice, además, que muchas personas que dejaron de participar en las actividades con motivo de la pandemia ya no han vuelto.

En muchos grupos de reflexión aparece también que se necesita crecer en espíritu de comunión. Los grupos de una parroquia no siempre tienen contacto entre sí, y las parroquias de una misma población van a veces por caminos diferentes. También falta coordinación entre las actividades parroquiales y las iniciativas diocesanas. En este sentido, muchos grupos señalan que faltan espacios de encuentro y de escucha entre los cristianos, que fomenten el reconocimiento humano y afectivo, para plantear después la misión evangelizadora. En algunos grupos se dice que los cristianos no siempre sabemos reconocer el trabajo de otros cristianos que no son de nuestro ámbito de fe. En este sentido, se reclama un mayor esfuerzo por la comunión.

Los grupos aluden a la responsabilidad que tienen los sacerdotes en la dinámica de la comunión y la misión eclesial, en lo bueno y en lo malo, cuando animan y también cuando desaniman con su falta de testimonio. Algunos grupos dicen que faltan sacerdotes jóvenes; en otros grupos se dice que, en general, en el presbiterio hay a veces poco entusiasmo o iniciativa, o que los sacerdotes no escuchan lo suficiente, ni en el ámbito personal del acompañamiento, ni en el ámbito pastoral de la acogida de las iniciativas de los laicos. También se señala que falta una apuesta decidida por la formación de los laicos para las responsabilidades eclesiales (como diremos después).

2. Escuchar al mundo

En la misión evangelizadora de la Iglesia, la acogida es fundamental. Por eso, muchos grupos aluden a las dificultades que encontramos para acoger a los que no son cristianos; a veces, los cristianos no sabemos responder a los interrogantes que nos plantean, ni tenemos la suficiente preparación para proponer con convicción. No siempre acertamos a la hora de transmitir el evangelio y de presentar qué es la Iglesia. No se trata solo de «llegar a los alejados» sino de prepararse para estar en algunos ámbitos, aunque no sea fácil. No resulta cómodo estar con quien no tiene fe, de manera que a veces eludimos nuestra misión evangelizadora. En este terreno muchos grupos señalan la tarea que hay que hacer para acoger, escuchar y acompañar a los padres y madres jóvenes, y a personas con diversas situaciones familiares.

Algunas aportaciones indican que los cristianos aparecemos como extraños en un ambiente que no está acostumbrado a tener preguntas sobre Dios y con un ritmo de vida preocupado solo por lo inmediato. Con todo, mucha gente necesita hablar y ser escuchada, y los laicos necesitan estar preparados para realizar este acompañamiento y hacer lecturas cristianas de los acontecimientos. Algunos grupos echan de menos una presencia de la Iglesia  en ámbitos donde se requiere un mayor esfuerzo de acompañamiento y escucha (los jóvenes, los pobres, los enfermos…).

3. La celebración del misterio cristiano

En los grupos se repite de manera constante que las celebraciones cuidadas ayudan a vivir la fe, pero que —por lo general— la gran mayoría de los cristianos desconoce la hondura de la celebración, especialmente de la eucaristía. En nuestras iglesias falta clima de oración; también se reclama un mayor cuidado de las celebraciones. Algunos dicen que el lenguaje litúrgico a veces no es comprensible, o que algunas celebraciones resultan aburridas.

Algunos grupos perciben una falta de estima por la celebración del misterio cristiano, y señalan que sin hondura en la celebración tampoco habrá un auténtico compromiso. Se señala como una gran dificultad la falta de participación de niños y jóvenes en la celebración, y de sus padres. Si las catequesis no inician en la fe, si se entienden como una mera «preparación» para recibir un sacramento, se difumina la identidad y la experiencia cristiana.

También se indica que muchas veces las celebraciones se reducen a acontecimientos puntuales, con motivo de algún evento. En este contexto de la celebración del misterio cristiano, algunos grupos creen que las hermandades deberían tener una mayor implicación con la vida de las parroquias.

4. La corresponsabilidad en la misión de la Iglesia

En su reflexión sinodal, algunos grupos reconocen que ha habido avances en el ámbito de la corresponsabilidad (se menciona el trabajo de los consejos de pastoral o de otros organismos diocesanos), pero —por lo general— se echa de menos una mayor implicación de los laicos en la misión de la Iglesia. Parece que la llamada a la corresponsabilidad que viene haciendo la Iglesia desde hace décadas no ha arraigado aún en la vivencia habitual de los cristianos; algunos grupos lamentan que la fe se entiende aún como algo «receptivo» más que «activo» y se preguntan si no hay personas con la suficiente preparación para transmitir más activamente la fe, o si no encuentran los espacios adecuados para desarrollar esta misión.

Por una parte, se reclama una voluntad más decidida para participar en las actividades eclesiales; algunos grupos señalan que en sus comunidades es preocupante la falta de compromiso de los cristianos, o que se tienen dificultades para compaginar las actividades familiares y profesionales con las tareas parroquiales. Otros se lamentan de la falta de evaluación de las tareas pastorales que se realizan, con lo que no pueden plantearse propuestas de mejora.

Por otra parte, se echa de menos una mayor presencia pública de los cristianos en el mundo. En algún grupo se dice que algunos cristianos recelan de la presencia de otros cristianos en determinados ambientes, organizaciones o instituciones.

Conclusiones: próximos pasos

En las aportaciones de los grupos aparecen actitudes y propuestas, referidas a la identidad y la misión de la Iglesia, que se repiten de manera general. En este apartado vamos a recoger estas propuestas más habituales; por tratarse de un documento que expresa un sentir global no siempre se ha podido incluir lo que era sugerido por un único grupo. Hemos dividido estas aportaciones en dos grupos: las actitudes que se refieren a la identidad y la misión de la Iglesia de manera amplia, por una parte, y las propuestas que indican alguna acción concreta que permite desarrollar alguna dimensión particular, en segundo lugar.

a. La Iglesia en el horizonte de la comunión, la participación y la misión

Los grupos han acogido esta fase del Sínodo como una oportunidad para renovar la pertenencia a la Iglesia con espíritu de comunión, como una familia que se esfuerza por vivir la fraternidad y que al mismo tiempo es capaz de salir al encuentro y dialogar y acoger a todas las personas. Esta renovación de la llamada a la participación en la vida de la Iglesia sugiere revitalizar la comunión eclesial y la misión de la Iglesia.

Por una parte, se pide renovar nuestra vocación a la comunión. Varios grupos proponen de manera general que es necesario crecer en la capacidad de escucha (entre los cristianos, entre los distintos grupos parroquiales, entre las parroquias y los organismos diocesanos). Se reclama una mayor coordinación para caminar unidos y superar las diferencias. Muchos grupos hablan de fomentar el diálogo, la humildad, el respeto… En otros grupos se propone crear espacios eclesiales de encuentro, de diálogo y de comunión.
En esta renovación de la comunión eclesial, un gran papel corresponde a los sacerdotes. Algunos grupos piden, en general, que sean menos individualistas, que acojan más sinceramente a los fieles, que escuchen sus propuestas y se manifiesten cercanos. Lo mismo podría decirse de los cristianos que tienen responsabilidades en la actividad pastoral.

En el ámbito de la comunión hay que incluir también la propuesta que hacen algunos grupos de crecer en hondura espiritual. Se propone que haya más momentos de oración y encuentro con el Señor, tomar en serio la llamada a la espiritualidad que está presente de distintas formas en nuestro mundo y ofrecer, de manera sencilla, grupos de acogida, acompañamiento y oración que respondan, con hondura cristiana, a la necesidad de interioridad que viven muchas personas hoy.

Por otra parte, en los grupos se pide que la Iglesia viva de manera nueva y alegre su vocación misionera. Algunos grupos dicen que, con nuestras acciones, los cristianos debemos ser luz del mundo, y no provocar el rechazo de una sociedad que no siempre entiende lo que proponemos. En los grupos se recuerda la responsabilidad de la Iglesia de ser testigo del amor de Dios, especialmente en el servicio a los más necesitados. Por eso, estos grupos piden que sepamos situarnos en la realidad, y que nos orientemos más abiertamente por la Doctrina Social de la Iglesia.

b. Algunos pasos concretos

La llamada a la comunión y a la corresponsabilidad en la misión de la Iglesia se traduce también en algunas propuestas concretas que se repiten con más o menos frecuencia en los distintos grupos. Recogemos aquí las más significativas.

La mayor parte de las respuestas podríamos situarlas en el ámbito de la comunión eclesial. Algunos grupos piden menos protagonismo de los sacerdotes y más compromiso de los laicos. En otros grupos se pide que se fomente que los cristianos encuentren grupos de referencia para compartir la fe, en los que la oración y la formación alimenten la fe personal. Muchos grupos piden que haya espacios de encuentro que permiten a los miembros de una misma parroquia conocerse, escucharse, coordinarse… También se pide cuidar la interparroquialidad, donde sea necesario, y que los equipos responsables de la pastoral integren a sacerdotes, religiosas y laicos. Algunos grupos piden que se tome en serio el protagonismo de la mujer en la vida de la Iglesia.

Otras propuestas se sitúan más específicamente en las tres grandes acciones de la Iglesia: el testimonio, la liturgia y la caridad. En el ámbito del testimonio de la fe, algunos grupos piden que la Iglesia comunique más adecuadamente las tareas que realiza, para que su actividad sea conocida sin deformaciones; se pide también que no se identifique el compromiso cristiano con ninguna ideología concreta. Por otra parte, en el terreno del testimonio algunos grupos proponen renovar el anuncio y la primera formación en la fe con propuestas más comprensibles para los jóvenes, los que se confirman, las personas recién casadas, las familias jóvenes… En este ámbito algunos grupos ven necesario que la comunidad cristiana se prepare para ofrecer un acompañamiento más personalizado y paciente.

En el ámbito de la celebración del misterio cristiano, las propuestas de los grupos se refieren sobre todo a revisar nuestra manera de celebrar, especialmente la eucaristía, y a fomentar la oración en común y la espiritualidad. Por último, en el ámbito del testimonio cristiano, en los grupos se ha propuesto que se fomente el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia, que se apoye la labor de Cáritas, que la Iglesia no se comprenda como una comunidad cerrada, sino abierta y cercana a todas las personas (en toda su diversidad). Algunos grupos proponen también que la Iglesia camine y trabaje también con los miembros de otras religiones.

 

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Es imposible resumir en un documento de 8 páginas toda la variedad de aportaciones ofrecidas por los grupos, que han reflexionado desde su propia sensibilidad sobre la situación de la Iglesia y su futuro. Aquí hemos recogido solo lo que responde más directamente a la intención del Sínodo, que es la identidad entre Sínodo e Iglesia, la Iglesia como comunión, como camino común, como Pueblo de Dios en camino. Todas las aportaciones han sido tenidas en cuenta, aunque no todo ha podido ser incluido en este documento. Nos quedamos con la convicción, constatada por casi todos los grupos, de que la oración y el discernimiento comunitario han sido ya una ocasión de enriquecimiento cristiano y eclesial. Esto también es Sínodo: el camino es ya el contenido. En este camino queremos escuchar la voz del Espíritu del Señor.

Parroquias que han aportado comunicaciones en la fase diocesana del Sínodo
  • Alcázar de san Juan – San Rafael
  • Alcázar de san Juan – Santa María
  • Alcázar de San Juan – Santa Quiteria
  • Almagro (varios grupos)
  • Almedina
  • Aldea del Rey
  • Argamasilla de Alba
  • Ballesteros de Calatrava
  • Bolaños (varios grupos)
  • Calzada de Calatrava
  • Carrión de Calatrava
  • Carrizosa
  • Castellar de Santiago
  • Campo de Criptana (varios grupos)
  • Chillón
  • Ciudad Real – San Juan de Ávila
  • Ciudad Real – San José obrero
  • Ciudad Real – San Pedro (varios grupos)
  • Ciudad Real – Santa María del Prado
  • Ciudad Real – UAP El Pilar-Los Ángeles
  • Fernancaballero
  • Fuente el Fresno
  • Herencia
  • La Solana – Santa Catalina
  • Luciana
  • Malagón
  • Manzanares – UAP (varios grupos)
  • Miguelturra (varios grupos)
  • Montiel
  • Moral de Calatrava (varios grupos)
  • Pedro Muñoz
  • Piedrabuena (varios grupos y aportaciones individuales)
  • Pozuelo de Calatrava
  • Puerto Lápice
  • Puertollano – María Auxiliadora (varios grupos)
  • Puertollano – Ntra. Sra. de las Mercedes (varios grupos)
  • Santa Cruz de Mudela
  • Tomelloso – Asunción de Ntra. Sra.
  • Tomelloso – Ntra. Sra. de los Ángeles
  • Tomelloso – San Pedro
  • Tomelloso – Santo Tomás de Villanueva
  • Torralba de Calatrava (varios grupos)
  • Torrenueva (varios grupos)
  • Valdepeñas – Asunción de Ntra. Sra.
  • Valdepeñas – Ntra. Sra. de los Llanos
  • Valdepeñas – S. Juan Bautista
  • Valdepeñas – Sta. María Magdalena
  • Villanueva de los Infantes
  • Villarrubia de los Ojos (varios grupos)

Instituciones diocesanas y otros grupos que han aportado comunicaciones en la fase diocesana
 

  • Arciprestazgo del Campo de Calatrava
  • Arciprestazgo del Campo de Montiel
  • Cáritas (servicios generales)
  • Cáritas interparroquial de Manzanares
  • Cáritas interparroquial de Tomelloso
  • Delegación de Apostolado Seglar
  • Delegación de Pastoral Universitaria
  • EPA Mancha Norte
  • Grupo de Acción Católica General de Ciudad Real
  • Grupos de Animación Misionera
  • HOAC (Ciudad Real y Daimiel)
  • Instituto Diocesano de Teología (asamblea de alumnos)
  • JOC (varias aportaciones)
  • Mujeres y Teología
  • Pastoral penitenciaria
  • Reina de los Ángeles
  • Un grupo de seglares de Valdepeñas
  • Unidad de Acción Pastoral de Los Montes