Continuamos comentando los párrafos más importantes del Documento Preparatorio del Sínodo de los obispos. Hoy, el párrafo 27.
En la oración, reflexión y coparticipación suscitadas por la pregunta fundamental, es oportuno tener presente tres planos en los cuales se articula la sinodalidad como «dimensión constitutiva de la Iglesia»:
— El plano del estilo con el cual la Iglesia vive y actúa ordinariamente, que expresa su naturaleza de Pueblo de Dios que camina unido y se reúne en asamblea convocado por el Señor Jesús con la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. Este estilo se realiza a través de la escucha comunitaria de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, la fraternidad de la comunión y la corresponsabilidad y participación de todo el Pueblo de Dios, en sus diferentes niveles y en la distinción de los diversos ministerios y roles, en su vida y en su misión.
— El plano de las estructuras y de los procesos eclesiales, determinados también desde el punto de vista teológico y canónico, en los cuales la naturaleza sinodal de la Iglesia se expresa en modo institucional a nivel local, regional y de la Iglesia entera.
— El plano de los procesos y eventos sinodales en los cuales la Iglesia es convocada por la autoridad competente, según procedimientos específicos determinados por la disciplina eclesiástica.
El párrafo 27 del Documento de la Secretaría del Sínodo sale al paso de una de las fatídicas preguntas que solemos hacer cuando oímos hablar sobre este proceso de escucha y discernimiento comunitario; esa pregunta es: «¿Despertará realmente este camino una mayor vivencia comunitaria en la Iglesia?»; o también: «¿nos servirá realmente para crecer?»
Movido por esta preocupación, el proceso sinodal pide tener en cuenta tres planos en nuestra oración y en nuestra reflexión compartida. El primero es el plano de la vivencia habitual y sencilla de la comunidad dentro de la Iglesia, que se expresa en la participación en la eucaristía, en la fraternidad y en la participación de la vida y la misión. El Documento lo llama «estilo de sinodalidad», y significa sencillamente la vivencia normal de la comunión.
Pero este estilo y acento en la comunión eclesial, esto es, el Sínodo como revitalización de la comunidad cristiana (oración en común, escucha mutua, participación), no servirá de nada si no se traduce en un segundo plano, que es el de las estructuras. Las formas en que se organiza la Iglesia deben reflejar también su naturaleza comunitaria. El Documento dice que «si no se encarna en estructuras y procesos, el estilo de la sinodalidad fácilmente decae del plano de las intenciones y de los deseos al de la retórica». El estilo comunitario que es vivencia habitual de la Iglesia debe reflejarse también en la forma de organizarse, de actuar y de decidir.
Finalmente, el Documento se refiere a un tercer plano de «eventos sinodales», que son todas las acciones convocadas por la Iglesia y reconocidas como encuentros sinodales (por ejemplo, la reunión de los obispos que se celebrará al final del proceso sinodal en el otoño del año 2023). El Documento afirma que estos encuentros serían una formalidad vacía si no están animados por un estilo sinodal vivido en la Iglesia.
Por tanto, para responder a la pregunta por el sentido del esfuerzo sinodal, que este proceso no quede solo en buenas intenciones depende de nuestra adecuada disposición interior, y de nuestra vivencia habitual de la comunidad eclesial, traducida en formas de actuación.
Por Juan Serna Cruz