La Adoración de los reyes en el Museo Diocesano

El Museo Diocesano de Ciudad Real presenta estos días una bellísima y evocadora tabla Flamenca del siglo XVI. Se trata de una magnífica copia de la Adoración de los Reyes Magos de Van der Goes, de 1470, que era en origen el panel central de un tríptico que se encontraba en el Monasterio de Monforte de Lemos. Este óleo sobre madera ha sido cedido por la Fundación Lola Valverde de Manzanares (Ciudad Real). Se encuentra en la Sala I del museo y es la «obra del mes».

Epifanía quiere decir «manifestación». Con este término nos referimos a la representación de los tres reyes magos en el momento de adorar al Niño en Belén y ofrecerle sus presentes. Ya en el Libro de los Salmos encontramos una anticipación al hecho cuando se dice: Los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; póstrense ante él todos los reyes, y sírvanle todos los pueblos (Salmos, 72, 11). Después, en los Evangelios, tan sólo san Mateo será el que recoja el hecho cuando narra: Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. (Mt, 2, 11).

La Epifanía es la primera teofanía, esto es, la primera manifestación del Hijo de Dios eligiendo a unos gentiles para indicar la universalidad de su mensaje salvífico. Es uno de los episodios más característicos y representados del ciclo de la infancia de Cristo porque con él la Iglesia quiere simbolizar la idea de salvación para toda la humanidad, no solo al pueblo de Israel, como simboliza la adoración de los pastores.

El culto a los reyes magos, aunque nunca fueron incluidos en el santoral, fue muy importante desde los primeros cristianos, similar al de los santos, con sus nombres admitidos por la Iglesia como nombres de pila, convertidos en patronos de varias ciudades, invocados por los peregrinos, con sus iniciales inscritas en las casas y en las campanas de las iglesias para mantener alejadas las tormentas, conjurados para proteger a animales y personas de demonios y fantasmas y para evitar maleficios, incendios e inundaciones.

Podemos decir que el simbolismo de la Adoración de los Reyes Magos es la aceptación del niño Jesús como el nuevo Mesías por parte de la universalidad de las culturas aceptadas en ese momento, aunque también se puede aludir a otro tipo de claves simbólicas que representa esta adoración:

Tres Reyes: aunque no se especifica en el Evangelio el número de tres, se da por hecho ante los tres presentes que se ofrecen. El número tres también es un número que hará alusión a la Trinidad y por ello quedará aceptado como tal aunque en la antigüedad se llegó a discutir si fueron incluso doce.

Los nombres quedan designados a partir del siglo IV y se describen en el Evangelio Armenio de la Infancia: Melchor, Gaspar y Baltasar.

El tipo iconográfico de los reyes magos no representa la diferencia de edad hasta la época medieval, cuando empezamos a ver esta diferencia de edades para simbolizar la juventud, la madurez y la vejez, dando a entender que la universalidad de las edades también son objeto de aceptación y adoración al mesías.

Otro de los simbolismos de los reyes es la representación de los tres mundos conocidos hasta el momento, es decir: Europa, Asia y África. De esta manera se alude a la universalidad de los pueblos conocidos.

Sobre el simbolismo que encierran las ofrendas de los magos de Oriente:

El oro «como regalo regio, destinado a un rey», ya que el oro está asociado como el bien más preciado y más caro. La reina de Saba otorgó este regalo al rey Salomón. Por tanto el que los magos de Oriente hayan ofrecido oro al salvador es porque le reconocían ya como auténtico Rey, como el Rey de Reyes y Señor de Señores. Posteriormente san Pablo y san Juan nos enseñan a llamarlo así: Que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores (1Tim 6,15)

En el Antiguo Testamento el oro se usaba también para adornar el templo de Salomón (1 Reyes 7,10,14-22), es decir, su uso era dedicado también para el culto a Dios (Éxodo 25) luego era también dedicado para dar culto con esos objetos al Dios de Israel, el verdadero. En la Leyenda Aurea de Jacobo de la Vorágine se dice que el oro simboliza el amor.

El incienso, en la Biblia, así como en la cultura hebrea y judía se usaba para ofrecérselo a Dios, se quemaba delante de Dios para ofrecer sacrificios, la Iglesia católica aún hoy lo sigue haciendo. Es símbolo de purificación al nuevo Dios. Además de ser un bien muy preciado. En Jacobo de la Vorágine el incienso simboliza la plegaria.

La mirra es símbolo de la muerte, ya que era utilizado en los rituales funerarios y para los embalsamamientos, por lo que es un simbolismo de la parte humana de Jesús y una anticipación al sufrimiento que padecerá.

La mirra la usaban los judíos para embalsamar los cadáveres, pero también se usó como perfume para las personas y objetos (Cant1,13; 5,13; Est 2,12, Cant 5,5, Salm 45,9, Prov 7,17). Es símbolo de lo humano, de lo material, de lo carnal. Nos viene a enseñar que Cristo se hizo carne, humano, verdadero hombre, y murió por nosotros, por eso necesitó ser embalsamado con mirra: Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe (Jn 19, 39).

La mirra nos enseña a que ese niño que nació además de ser verdadero Dios, es verdadero hombre, y que iba a morir por nosotros, para nuestra salvación.

La tabla de la Adoración de los Reyes Magos expuesta en el Museo Diocesano representa el momento en el que los tres reyes, acompañados de gran cortejo presentan sus regalos al niño Jesús. La escena se desarrolla dentro de un edificio en ruinas. A la izquierda, la Virgen María sedente con el niño en su regazo que lo muestra a los reyes magos. A su derecha, san José arrodillado, en un plano secundario. En el centro, el rey mago más anciano se postra arrodillado ante Jesús con las manos en oración y la corona en el suelo como gesto de sumisión; ha depositado un recipiente de oro con monedas también de oro sobre una piedra.

El de mediana edad aparece detrás haciendo una genuflexión mientras sujeta, ayudado por un sirviente arrodillado, otro rico recipiente. A continuación está el mago más joven, que es negro y todavía está de pie, sujetando también el presente que trae al niño. Los tres van suntuosamente vestidos y acompañados de sus sirvientes.

Todas las miradas de los personajes convergen en Jesús, y éste mira hacia el espectador. El artista denota un extraordinario dominio de la técnica, con dominio del espacio y gran calidad en el tratamiento de los distintos materiales, como brocados, pieles, terciopelo, cabellos y barbas, metales preciosos, perlas, etc. Además de la expresividad de los rostros y las manos.

El artista logra en las figuras de los reyes una profunda expresión de respeto y reverencia ante la escena.
 

Por Ana María Fernández Rivero