«Agradecer». Pascua de Resurrección

La noche fue creada para llenarse de luz. Las heridas se sufrieron para ser besadas. Se dejó hacerse fuerte a la muerte para que fuera totalmente vencida. La piedra fue cerrada para ser movida. Y así, en la mañana del domingo, estalla lo que la vigilia ya no podía contener, porque el rigor más duro no podía impedir la definitiva primavera. ¡Cristo vive!






Latía la vida en cada laberinto de la historia, anunciando la resurrección de Cristo y la comunión con Él. Pero nuestros ojos estaban cegados y no éramos capaces de reconocerlo (cf. Lc 24,26). La resurrección saca a la plena luz lo que ya se anunciaba en cada gesto de Cristo, en sus palabras, milagros y miradas. ¡Todo estaba ya lleno de vida! Todo fue creado para ser resucitado, para participar del triunfo de Jesús. En la Pascua todo alcanza su verdad, y el amor tiene definitivamente la última palabra.

Jesús vivo y lleno de gloria se manifiesta a sus discípulos. Porque amó, venció. Y muestra las pruebas de su fidelidad y de su amor: las llagas que han marcado su humanidad para siempre. Por eso, la Pascua nos mueve al agradecimiento. Agradecer es el único modo de devolver tanto amor recibido.

Agradecer es algo más que una muestra de cortesía: es tener ojos para reconocer enteramente lo que Jesús ha sido capaz de hacer por nosotros. No seríamos nada sin Él. Y aunque Él no necesite nuestra alabanza, aprecia nuestro agradecimiento (cf. Lc 17,16). Agradecer es también dejarse transformar por este amor recibido y comenzar a ser, como Jesús, hijos de Dios. La vida cristiana está marcada por el agradecimiento, pues en la eucaristía (la acción de gracias) reconocemos a Jesús resucitado y recibimos la prenda de su vida nueva.
 

Por Juan Serna Cruz

Para la oración
  • En Pascua, agradece al Señor todo su amor y pide ojos para reconocer sus signos en tu propia vida.
  • Enciende una luz como signo de la presencia de Jesús resucitado, y reza con algún evangelio que narra el encuentro del resucitado con los discípulos.

Tercer día del Triduo Pascual: la pascua del resucitado

A través de los ritos significativos del lucernario, la proclamación gozosa del Evangelio y la celebración con eficacia salvadora de los sacramentos de la iniciación cristiana, la Iglesia se siente participe del paso de Cristo a través de la muerte a la vida. Los ya bautizados hacemos nuevo nuestro bautismo mediante la triple renuncia y la triple profesión de fe y participamos gozosos en el banquete eucarístico, gustando lo bueno que es el Señor.