Jesús entra en Jerusalén rodeado de la algarabía de la gente que va con Él y que le saluda como Salvador. Le alfombran el camino con sus mantos, le aplauden y le aclaman. La multitud entusiasta no puede contener su alegría, y sus corazones desbordan en gritos de entusiasmo: ¡Hosanna!
Si hubieran sabido qué iba a ocurrir con Jesús tan solo cuatro días después, ¿el ambiente habría sido tan apasionado? ¿Hubieran aclamado al que iba a ser traicionado y condenado, torturado y ajusticiado? La ovación del comienzo de la liturgia del Domingo de Ramos contrasta con la lectura de la Pasión de la liturgia de la Palabra…
Y Jesús, ¿cómo reaccionaba a estos gritos de aclamación? Era Jesús el que había querido encaminarse decididamente hacia Jerusalén, y ya había anunciado a los discípulos su entrega. Por eso, Jesús acoge estas invocaciones y comienza con alegría su Pascua: el gozo de la entrega, la plenitud en la donación de sí.
Con Él, conociendo de antemano el desarrollo de su historia, renovamos hoy nuestra alegría. Los cristianos renovamos hoy la alegría de seguir a Jesús, de estar con Él y ser sus compañeros, de contemplar sus obras y escuchar sus palabras. Ser cristianos nos llena de alegría, y no podemos contener el gozo de ir con Jesús. Le aclamamos por todo lo que Él hace por nosotros, pero sobre todo porque podemos acompañarle. Quizás no tenemos muchos momentos para expresar nuestro entusiasmo por Jesús, o muchas circunstancias nos ahogan el ardor de la fe. Pero hoy no podemos prescindir de este entusiasmo, de esta expresión.
No se presume de fe, y el amor no se engríe (cf. 1Cor 13,4). La fe sincera es humilde y paciente. Pero ante todo es una fe alegre, que aclama a Cristo y se siente feliz de caminar con Él y de entregarse con Él.
Por Juan Serna Cruz
Para la oración
- En este domingo, no puede faltar un momento de oración de aclamación a Jesús, que exprese el gozo de creer y de seguirle. Puede servirte el salmo 99 («Aclama al Señor, tierra entera…»).
- Pide al Señor la experiencia de la alegría de ser cristiano, y también crecer en una fe que da plenitud a tu vida y tus esperanzas.
Pórtico de la Semana Santa
La procesión con ramos y palmas conmemora festivamente la entrada de Jesús en Jerusalén. A la vez, la celebración de la eucaristía nos introduce, mediante la proclamación del relato evangélico, en la historia de su pasión y muerte.