Durante el Sábado Santo Jesús yace en el sepulcro y una enorme piedra le separa del mundo de los vivos. Muchos interpretan este silencio como la prueba de su fracaso: ¿adónde han ido las parábolas, qué queda de sus oraciones, qué ha sido del evangelio? Ayer al menos podíamos estar con Él al pie de la cruz, pero hoy no sabemos ni dónde está ni qué hacer…
Ciertamente, podríamos preguntarnos si nuestra fe no atraviesa situaciones de Sábado Santo, en las que se redobla la ausencia de Cristo en nuestra experiencia. Por eso, a veces da la impresión de que queremos adornar la piedra de su sepulcro con nuestras acciones y recuerdos, mientras que nuestro corazón queda vacío. Buscamos creer en sus palabras, pero nos resulta difícil creer en su silencio.
Pero lo cierto es que Jesús, entre los muertos, sigue salvando. En la muerte no ha terminado su misión. El Sábado Santo, el evangelio alcanza a quienes le esperaron pero no pudieron ver su día. Y aunque parezca que Jesús no está o que no actúa, en realidad no detiene su salvación, porque puede más el descanso de Dios que toda la actividad de los hombres.
El Sábado Santo nos enseña, además, que la salvación no es automática, y que la gracia de Dios no funciona como un resorte que se activa mecánicamente. El Sábado Santo da hondura a nuestra vida cristiana: la salvación requiere paciencia, maduración lenta, silencio y, en definitiva, espera. Por eso, el Sábado Santo nos acogemos a María, y su confianza es el fundamento de nuestra espera: con Ella confesamos que Dios sabe cómo hacer las cosas. La semilla ya ha caído en el surco, y la espiga ya solo necesita la humildad de la espera.
Por Juan Serna Cruz
Para la oración
- Muchas situaciones de nuestra vida desbordan nuestra capacidad de acción: deja que el silencio activo de Dios las ilumine y actúe en ellas, aunque parezca que no está.
- Haz un coloquio con la Virgen María, que en su tristeza no ha dejado de confiar y de esperar en el triunfo de su Hijo. Tenla presente durante este día.
Segundo día del Triduo Pascual: la pascua del sepultado
Permanecemos junto al sepulcro de Jesús con Santa María en silencio contemplativo de espera ilusionada de su Resurrección.
El Señor después de su muerte, aún salva: desciende a los infiernos para rescatar a los justos que esperaban la salvación.
La Iglesia se reúne solo para la meditación de la salmodia de la liturgia de las horas.