«Acompañar». Viernes Santo

Quizás la única forma de vivir el Viernes Santo sea acompañando a Jesús: es Él quien muere en la cruz para que nosotros no tengamos que morir eternamente. El Viernes Santo, Jesús lo hace todo, para que nosotros no tengamos que hacer nada: solo acompañar y contemplar.




A Jesús se le puede acompañar el Viernes Santo como lo hacían los curiosos en Jerusalén, con una mezcla de morbo y horror; se le puede acompañar como hacían las mujeres, que le expresaban sentimientos de humanidad y compasión. Acompañarle así nos saca de nuestra indiferencia ante el dolor del mundo, nos despierta de nuestra falta de sensibilidad ante los viernes santos de la historia. Pero también nos paraliza. Este acompañamiento no basta.

A Jesús también se le puede acompañar el Viernes Santo como lo hizo el Cireneo, con temblor y resistencia, pero soportando el peso de la cruz. Llevamos la cruz de Jesús cuando nos decidimos a llevar la cruz de los demás, a hacer más soportables sus cruces, a compartir las cargas y a aligerar las cruces de la vida. Acompañamos a Cristo bajo el peso del mismo madero. Esta experiencia solo puede vivirse como don suyo.

Y, sobre todo, a Jesús se le puede finalmente acompañar el Viernes Santo como María y Juan al pie de la cruz: no solo por compasión o por solidaridad, sino por amor, compartiendo el sufrimiento. Solo sufrimos por aquellos a quienes conocemos y amamos. El misterio de la cruz convierte el sufrimiento en oportunidad de amor. Acompañando a Jesús en el sufrimiento se aquilata nuestro conocimiento y nuestro amor.
 

Por Juan Serna Cruz
Para la oración
 
  • Los relatos de la pasión en los evangelios no se detienen en datos escabrosos, son respetuosos y describen la entrega de Jesús con sobriedad. Toma el relato de la pasión según san Juan (Jn 18,1-19,42) y haz una oración acompañando a Cristo crucificado. Puedes hacerlo ante un crucifijo.
  • Contemplar la cruz es también acordarse de todos aquellos que hoy viven crucificados, para interceder por ellos.
Primer día del Triduo Pascual: la pascua del crucificado

Hoy la Iglesia, por una antiquísima tradición, no celebra la eucaristía. Meditamos sobre la Pasión del Señor y adoramos la Cruz con sentimientos de admiración y gratitud. La oración de los fieles es inequívocamente universal: ruega por todo y por todos porque no hay nada ni nadie que quede excluido de la redención de Cristo.