El trabajo de los capellanes en los hospitales

Escribe Francisco Guerrero González, delegado diocesano de Pastoral de la Salud, que explica cómo es la labor de los capellanes en los hospitales de la provincia.

Todas las personas que trabajamos en el amplio y complejo mundo de la salud, nos hemos resentido, de alguna manera, por el impacto de la pandemia provocada por el SARS-Covid 19.

A lo largo del año, unos y otros, hemos ido expresando nuestra experiencia más profunda, provocada por el efecto ocasionado en cada uno de nuestros servicios, es decir a nuestras propias personas.

Apenas habíamos recuperado la supuesta vuelta a la normalidad, cuando la segunda y la tercera ola han venido a descolocar cualquier tipo de proyecto para retomar las tareas ordinarias, en este caso en el hospital.

La labor como capellanes del SARC (servicio de atención religiosa católica), amparada por la Normativa sobre la estrategia de confortabilidad en el SESCAM. 2008. art. 2, nº 8. (Humanización y calidad en el trato del paciente. La asistencia espiritual personalizada). Y la Guía de gestión de la diversidad religiosa en los centros hospitalarios en Castilla La Mancha. 2011. Pág.22, no iba a ser diferente al resto de servicios que se prestan en el hospital. Dicha labor nos ha resituado en la manera de atender a las personas enfermas. En este sentido subrayo algunos aspectos de la misión del sacerdote que no siempre se ha comunicado, o no a tantas personas que, formando parte de la comunidad, eclesial pudiera interesarles lo que es una de las tareas  sustanciales de la evangelización: “Los envió a anunciar el evangelio y a curar todo tipo de enfermedades y dolencias” (Lc 9,1-10).

1. Nuestro servicio en el hospital no es más que un granito mínimo dentro de la labor del complejo y grande engranaje hospitalario, que trabaja sin descanso para atender la diversidad de patologías. Pero un granito tan importante como la praxis terapéutica más sofisticada, ejercida siempre en favor de la vida de la persona enferma. Una pequeña aportación, fundamental para muchas personas que piden nuestros servicios, orientada al bienestar no solo físico, sino espiritual y religioso, en su caso, del enfermo.

2. Aunque todavía no esté divulgado del todo, se van dando pasos en el desarrollo teórico y práctico de la comprensión del ser humano en su multiplicidad de dimensiones y necesidades. Es lo que se viene llamando dimensión holística de la persona. Es la humanización de la salud. Algo así, dicho con simpleza, como que el ser humano es mucho más que la mera suma de reacciones físicas y químicas, que lo llevan por sí mismas a nacer, vivir, reproducirse y morir. Que los sacerdotes en los hospitales colaboremos en la sanación espiritual de las personas es una aportación de la que muchos estudios médicos se están haciendo eco en la recuperación integral de la salud de los enfermos.

Llevado a la práctica esto quiere decir que, el acompañamiento, el dialogo con el enfermo y la familia, el servicio sacramental, cuando el enfermo lo solicita, han sido siempre, y más en nuestra cultura de tanta incomunicación y soledad, una ventana de aire fresco que entra en la habitación y conforta en la enfermedad.

«No es por derecho del sacerdote, o del agente de pastoral de la salud, sino por el derecho del enfermo por el que defendemos nuestra labor»


3. El vínculo entre el enfermo y la familia. ¡Con cuánto dolor hemos tenido que decir que no se podía pasar a las habitaciones en la primera fase de la Covid-19 ! El hecho de saber que tu familiar, en las últimas horas de su vida, estaba siendo atendido como a él, o ella, le hubiera gustado, o tenía dicho en sus últimas voluntades, nos ha hecho sufrir a ambas partes. En Ciudad Real nos consolaba la propuesta de rezar en la capilla por la persona a la que no se podía visitar.

4. La revisión de las medidas de confort, que se introdujeron pasada la primera ola de la epidemia, pensando en los enfermos críticos, nos abrió las puertas a poder celebrar el sacramento de la Unción de enfermos, y a pasar la comunión, a través del personal sanitario, como si de un enser personal de inestimable valor se tratase, a quienes solicitaban nuestro servicio. El hecho de que haya equipos de protección individual (EPI) suficientes nos tranquiliza en el sentido de que no estamos “malgastando” material que el resto de servicios pudiera necesitar urgentemente para atender a la persona enferma.

«Hemos vivido en la práctica el apoyo que los profesionales sanitarios de los distintos controles de las zonas de aislamiento»


5. En este sentido, al menos los capellanes de Ciudad Real, hemos vivido en la práctica el apoyo que los profesionales sanitarios de los distintos controles de las zonas de aislamiento. Nadie, nunca, nos ha puesto ninguna pega cuando hemos llegado a solicitar un EPI para pasar a las habitaciones. Se agradece, en el sentido que antes indicaba, que se valore nuestra acción en el hospital. Posiblemente, antes de la pandemia, no caíamos en este detalle por la práctica “rutinizada” de nuestra presencia y labor.

6. Si en algún momento hemos sentido rechazo o desaire por parte de algún trabajador, ha sido tan insignificante que no entraría ni en un cómputo estadístico. Si así ha ocurrido hemos vuelto a la razón última por la que estamos en los hospitales, sentido que no radica en el derecho o privilegio de la Iglesia, sino en el de las personas enfermas que quieren ser atendidas, también, en sus necesidades espirituales y religiosas. Por lo tanto, no es por derecho del sacerdote, o del agente de pastoral de la salud, sino por el derecho del enfermo por el que defendemos nuestra labor.

7. Agradecemos al Señor la tarea encomendada. Efectivamente el anuncio del evangelio implica  la salud integral de la persona. Catequesis, caridad y oración se hacen verdad en cada momento de cercanía al enfermo. Agradecimiento, sobre todo porque al acompañar estamos siendo acompañados. En definitiva, como conviene a todos los miembros de la Iglesia: estamos siendo evangelizados al evangelizar.
 
Francisco Guerrero González es delegado diocesano de Pastoral de la Salud y capellán en el hospital de Ciudad Real