La pérdida que es ganancia

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Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios. El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Y, dirigiéndose a todos, dijo: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. Lucas, 9, 18-24

La confesión de Pedro, la predicción de la pasión y la enseñanza sobre las condiciones expuestas para seguir a Cristo, no han sido, en los otros evangelistas, presentadas conjuntamente como vemos aquí en Lucas. 

En un primer momento Cristo quiere obtener una confesión de los Apóstoles sobre su mesianidad, quienes por boca de Pedro llegan a confesarla tras de ser descartadas las demás hipótesis posibles. Por cierto que antes de nada Jesús impone silencio, y sugiere a los suyos que, contra la mentalidad reinante, no habrá mesianidad sino a través de la muerte y la resurrección. 

Cristo (Mesías en hebreo y Ungido en castellano) quiere, en efecto, que su mesianidad no tenga nada de político ni de desquite contra las naciones, sino que sea toda ella de dulzura y de perdón. Él entiende que ha de cumplir dicha mesianidad sólo con medios pobres y paradójicos, incluido el fracaso de la muerte en la cual y tras de la cual el Padre lo rehabilitará resucitándolo y haciéndolo presente en los que , negándose a sí mismos y cargando con las cruces ajenas y propias, merezcan por su fe en Cristo la gracia de seguirle de secundarle, de ser sus seguidores, sus signos, sus secuaces, sus “segundo de abordo” tras el Primero que es Él.

De esta manera Cristo llega a pensar en su resurrección y a proclamarla., interpelando a sus apóstoles a un seguimiento convivencial, sacrificial y quenótico como preparación previa para prolongar existencial y sacramentalmente la obra mesiánica del Muerto-Resucitado. Discípulos y apóstoles del Mesías, que, asistidos por el Espíritu, resultarán tan “perjudicados” y favorecidos como su Maestro, en orden a prolongar y actualizar la obra mesiánica de Jesús, permaneciéndole fieles en el seguimiento y en la asunción del sufrimiento y despojo existenciales..

Finalmente, destacar que Lucas es el único que menciona la oración solitaria de Jesús antes de obtener la profesión de fe de los suyos y de anunciarles la Pasión. Oración realizada no tanto por motivos edificantes, sino porque, como apuntan ciertos exegetas, el futuro de Jesús, como el de todo hombre, no está en sus manos y la incertidumbre sobre lo que va a pasar reina en su conciencia. Oración real la de Jesús, en la que Él afronta el misterio de la muerte que se perfila en el horizonte de su ministerio, envuelto en la oscuridad de la conciencia y del saber humanos…

Por Juan Sánchez Trujillo Listado completo de Comentarios