Misioneros de esperanza entre los pueblos

Este domingo 19 de octubre celebramos el DOMUND. El delegado de Misiones de la diócesis, Damián Díaz Ortiz, nos habla de la jornada, este año con el lema Misioneros de esperanza entre los pueblos.

Cristo resucitado ha encendido en el mundo la llama de la esperanza. No es la muerte, la nada, el sinsentido, nuestro destino. Nuestro destino es la vida. Hemos sido llamados a la luz, a la alegría, la felicidad.

Y hoy como nunca, hoy como siempre, necesitamos esa luz en medio de tantas sombras y oscuridades que pueblan nuestro mundo. 
Porque la violencia ha sembrado el odio, el rencor, el deseo de venganza, el dolor. 

Porque el egoísmo, el interés, la avaricia, la falta de escrúpulos de unos pocos, el fanatismo de otros,  la indiferencia de la mayoría, abren heridas sangrantes en una humanidad que se asfixia sin luz.
 

«En medio de tanto dolor y oscuridad, hay un buen puñado de hombres y mujeres que se toman en serio el destino de la humanidad»


Porque millones de hombres y mujeres afrontan las desventuras del día a día sin una esperanza. Millones de hermanos nuestros, agobiados por el hambre, la enfermedad, la explotación, la violencia y las guerras, la falta de unos recursos que garanticen su futuro, necesitan la llama que avive sus vidas agotadas, oscurecidas, exánimes.

Nadie tiene la varita mágica que solucione tan graves problemas de nuestro mundo. 

Pero, en medio de tanto dolor y oscuridad, hay un buen puñado de hombres y mujeres que se toman en serio el destino de la humanidad, de nuestros hermanos más sufrientes, empobrecidos y explotados. Y ponen manos a la obra para abrir caminos de vida, de esperanza.

Entre ellos, destacan de manera especial los misioneros. Gastan, comparten su existencia, con aquellos hombres y mujeres a quienes la vida se les escapa de las manos. Les llevan pequeños brotes de esperanza. Abren rendijas en la oscuridad, para que penetren algunos rayos de luz. No pueden hacer grandes cosas, pero su vida, su entrega, su amor, es un testimonio radiante de fe, de amistad, de caridad. 

Y, sobre todo, por encima de todo, comparten lo mejor que tienen: la alegría de Cristo resucitado, la luz que nace de la Pascua, que ilumina nuestras vidas y que desea alcanzar los últimos rincones de esta humanidad que anhela la paz, el amor, la vida que sólo Dios nos puede dar.

Y, con ellos, también nosotros, cada uno de nosotros, enviados desde nuestro bautismo, compartiendo la misma misión, herederos del mismo sueño de Dios, con nuestra oración, con nuestro testimonio, con el ofrecimiento de nuestro sufrimiento, cooperamos en la construcción de ese reino que es motivo de esperanza para todos los pueblos. 

Este DOMUND 2025 es ocasión propicia para convertirnos todos en «sembradores de esperanza». Contamos contigo.
 
Por Damián Díaz Ortiz, delegado diocesano de Misiones