Con motivo de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, las entidades que forman parte de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente —HOAC, Cáritas, CONFER y JOC— celebraron en Ciudad Real un acto público en la plaza de la Constitución, seguido de una misa en la parroquia de Santa María del Prado (La Merced), presidida por el obispo de Ciudad Real don Abilio Martínez Varea, que además es responsable de Pastoral Obrera en la Conferencia Episcopal Española.
Bajo el lema «Trabajo decente, derecho, no privilegio», en la jornada se recordó que la creación de empleo no basta si este no garantiza la dignidad, los derechos y la estabilidad de los trabajadores. En palabras de Salvador Guerrero, representante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC): «Reivindicamos que el trabajo tiene que ser un trabajo digno para todos y que tanto la Organización Internacional del Trabajo como también la propia Iglesia hablan de trabajo decente como un trabajo que respeta la dignidad del trabajador y de las trabajadoras, que respeta su libertad, que es suficiente para mantenerse a él y a la familia, y que respeta también los derechos de los trabajadores».
«Tanto la Organización Internacional del Trabajo como también la propia Iglesia hablan de trabajo decente como un trabajo que respeta la dignidad del trabajador y de las trabajadoras, que respeta su libertad, que es suficiente para mantenerse a él y a la familia, y que respeta también los derechos de los trabajadores»
Durante el gesto público, los asistentes leyeron un comunicado conjunto y escribieron en cartulinas con forma de manos los compromisos personales y comunitarios para seguir promoviendo una cultura del trabajo digno. Como explicó Guerrero, «hemos escrito en unas manos aquellos compromisos que queremos adoptar para el futuro, para que esto del trabajo decente suene en nuestra sociedad y vaya siendo una realidad».
El portavoz de la HOAC subrayó que, pese al aumento del empleo en los últimos años, «todavía hay mucho camino por recorrer». Destacó la situación de los jóvenes y las mujeres, afectados por la temporalidad y los salarios bajos, y centró este año la atención en los trabajadores migrantes, que sufren con frecuencia una gran precariedad. «Hay cientos de miles de trabajadores migrantes que no pueden regularizar su situación y que, por tanto, tienen una situación de precariedad bastante importante», denunció. Recordó, además, que la paralización de la iniciativa legislativa popular para la regularización extraordinaria deja «en el limbo a medio millón de trabajadores que están sosteniendo una parte muy importante del crecimiento económico de este país, pero que no pueden tener acceso a un trabajo digno y decente porque no tienen regularizada su situación laboral».
El trabajo como vida, no como riesgo
El encuentro concluyó con la eucaristía en la iglesia de La Merced, que reunió a miembros de las cuatro organizaciones promotoras de la iniciativa en nuestra diócesis. En la homilía, Mons. Abilio Martínez Varea comenzó invitando a los participantes a mirar el trabajo desde su raíz teológica: «Cuando hablamos del trabajo es importante caer en la cuenta de que estamos hablando de ser colaboradores en la obra de Dios, porque somos con Dios cocreadores. Dios ha hecho el mundo y nos ha mandado que con nuestro trabajo perfeccionemos y desarrollemos este mundo y también nosotros como personas».
El obispo recordó que el trabajo no solo tiene una dimensión económica o social, sino humana y espiritual: «Si Dios ha hecho su obra dignamente, el trabajo adquiere dignidad. Y si seguimos profundizando, el trabajo significa colaborar con la obra de Dios. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Por eso, un trabajo digno y también los trabajadores, personas dignas, tenemos la dignidad de los hijos de Dios».
««Cuando hablamos del trabajo es importante caer en la cuenta de que estamos hablando de ser colaboradores en la obra de Dios, porque somos con Dios cocreadores»
Don Abilio enfatizó la necesidad de no separar la defensa de la vida de la defensa del trabajo: «Tenemos que seguir luchando, sobre todo para que cuando vayamos al trabajo no sea para perder la vida. Al trabajo se va a ganarse la vida y no a perderla», afirmó. En este sentido, pidió a todos los participantes en la jornada que la siniestralidad laboral sea una preocupación constante, «porque si falta la vida es el derecho primero sobre el que se fundamentan el resto de los derechos».
Refiriéndose al Evangelio proclamado, el obispo recordó la figura de María y la vida sencilla de Nazaret, invitando a reconocer a Dios en el trabajo de cada día: «En el trabajo sencillo, en el trabajo diario, en lo cotidiano, es donde encontramos a Dios. Tal vez buscamos grandes acontecimientos, pero el trabajo por el Reino de Dios se debe hacer día a día en lo cotidiano y en lo sencillo».
Finalmente, animó a todos a seguir construyendo una sociedad más justa, en la que el trabajo sea fuente de desarrollo personal y comunitario: «Cuando trabajamos y nos sentimos creadores con Dios, nuestra vocación de personas es una vocación que crece y que es de entrega hacia los demás. Que en esta Jornada Mundial por el Trabajo Decente trabajemos para que en todos los sitios haya un trabajo decente como derecho y no como privilegio».