La catedral se llenó para el funeral por el papa Francisco

La tarde del 6 de mayo se celebró en la catedral de Ciudad Real una misa funeral por el papa Francisco. La celebración —aplazada a causa del apagón del 28 de abril—  fue presidida por el obispo, don Gerardo Melgar, acompañado por el cabildo de la catedral y varios sacerdotes de la diócesis.

Entre los centenares de fieles que asistieron se encontraban autoridades civiles, militares, la Coral Diocesana y responsables de varias delegaciones e instituciones de la diócesis, unidos en la oración por el Papa de los últimos doce años.

Una biografía de amor

Don Gerardo Melgar, en la homilía, recorrió la biografía del papa Francisco y las aportaciones más significativas a lo largo de su pontificado. Comenzó recordando la última aparición pública del Papa, cuando impartió la bendición Urbi et Orbi «sin ocultar la debilidad en la que se encontraba debido a su enfermedad». Una enfermedad, dijo don Gerardo, que el Papa «asumió con fe y con esperanza, mostrando al mundo que también el Papa era una persona débil, pero siempre con la esperanza puesta en Dios». «Al día siguiente —recordó— Lunes de Pascua, amanecía con la noticia de que el Papa Francisco había fallecido».

El obispo describió la vida del Papa como una biografía «marcada por actitudes tan importantes como el amor, la misericordia y la fraternidad para todos y a todos». Se refirió a su cercanía y amor hacia los niños, «a los que siempre mostró y demostró un cariño especial»; a los jóvenes, «con los que logró una gran empatía»; a las familias, «haciéndoles ver que Dios las sigue queriendo estén en la situación que estén»; a los ancianos, «haciéndoles conscientes de su gran misión».

La defensa de la vida y la labor por la paz

Además, don Gerardo recordó que el papa Francisco fue un gran defensor «de la vida humana desde el comienzo hasta la muerte natural […]. En su magisterio enseñó rotundamente el respeto a la vida humana como primero y más importante de los derechos de los ser humano, tanto cuando se refería a los engendrados, pero no nacidos, como a los enfermos y ancianos condenados sin paliativos».

Por otro lado, subrayó la labor diplomática del Papa, «un gran embajador de fraternidad y de paz que pidió siempre el diálogo y llamó a luchar por la paz entre las naciones, entre los pueblos».

Toda esta labor, dijo don Gerardo, la hizo con alegría, algo que también definió la vida de Francisco, «un testimonio constante y un reclamo insistente para todos de vivir la vida humana y la vida de fe con verdadera alegría».

Este trabajo incansable del papa Francisco lo hizo dejando constancia de que vivimos «un cambio de época, no una época de cambios», un mundo que necesita una «imagen nueva» de la Iglesia, «una Iglesia de puertas abiertas en la que cabemos todos» y que debe anunciar el Evangelio «con nuevas formas, nuevo ardor y nuevos métodos».

Una imagen renovada de la Iglesia

«El papa Francisco fue un hombre y un Papa acogedor y cercano, sencillo, espontáneo y claro en sus respuestas al servicio de la evangelización del mundo, ofreciendo a todos el mensaje de Cristo con un talante de acogida, cercanía, sencillez, claridad y valentía, para lograr una Iglesia evangelizada, es decir, que viva su vida desde el Evangelio de Cristo y desde Cristo», resumió el obispo.

Subrayó la novedad en la imagen de la Iglesia que dejó el Papa: «Promovió una nueva imagen de la Iglesia, una Iglesia abierta a todos, donde todos tienen cabida. Una Iglesia en salida. Una Iglesia que debe salir al mundo a buscar a los que no están en ella. Una iglesia que sea un hospital de campaña que debe curar al hombre actual de todas sus heridas y en todas las periferias existenciales».

Además, el Papa promovió «una Iglesia sinodal en la que cada cristiano asuma y viva la responsabilidad que tiene dentro».

Continuando con la imagen de la Iglesia que nos deja Francisco, don Gerardo recordó el Jubileo de la Misericordia que convocó el Papa y que fue un «impulso de una Iglesia misericordiosa que acoja, abrace y perdone, ofreciendo al mundo actual la imagen nueva y auténtica que vino a traer Cristo del mismo Dios, como un Padre misericordioso que perdona, que siempre acoge al pecador y se compadece de Él y que ofrece a todos la verdadera salvación de Dios».

Don Gerardo subrayó también la valoración que hizo Francisco del papel de la mujer en la Iglesia, «inculcando la necesidad de contar con su presencia y con su aportación, puesto que son imprescindibles en puestos clave de la Iglesia para la tarea evangelizadora».

Un legado que perdurará

«Así de rico fue y es el legado de vida cristiana que nos ha dejado después de su muerte. Un legado que hemos de guardar en nuestro corazón para ponerlo en práctica y vivirlo en nuestra vida cristiana, viviendo con actitudes nuevas que perdurarán después de su muerte como exigencia de este cambio de época al que asistimos», resumió.

Después de dar las gracias por todo el legado y testimonio del Papa, don Gerardo pidió a toda la comunidad rezar por él: «Si hubo algún momento de sombra de pecado o de infidelidad, como el ser humano que era, que el Señor con su misericordia lo perdone y le dé el gozo eterno de los que son fieles. Que nuestra Madre, la Virgen María, la Madre a quien Él se encomendó y acudió durante su vida y con la que sintió auxilio en todo momento, lo presente ante su hijo e interceda por él para que le conceda el descanso eterno», concluyó.