El 6 de febrero, la Sala de Juicios de la facultad de Derecho de la Universidad de Castilla-La Mancha en Ciudad Real, acogió una conferencia sobre la Agenda 2030 organizada por la Delegación de Pastoral Universitaria.
El encargado de impartir la conferencia —con el título Agenda 2030: Perspectivas divergentes— fue el doctor en Filosofía Higinio Marín Pedreño, rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
Al comienzo del encuentro, el decano de la Facultad de Derecho, Fernando Calleja, dio la bienvenida al doctor Marín, mientras que la profesora de Derecho en Ciudad Real, María Soledad Campos, presentó al ponente. Por su parte, el delegado de Pastoral Universitaria de la diócesis, el sacerdote Luis Eduardo Molina, explicó la organización de la conferencia en el ámbito de la pastoral que se realiza con universitarios y profesores.
El profesor Marín Pedreño comenzó explicando que la primera impresión que producen los objetivos de la Agenda 2030 es positiva. De hecho, se presenta como «un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia», buscando la erradicación de la pobreza. «Poner a todo el mundo de acuerdo —193 Estados miembros de las Naciones Unidas la apoyan— para acabar con la pobreza está bien. Es loable la buena voluntad que hay», dijo.
Ahora bien, el profesor explicó que la Asamblea General de las Naciones Unidas promueve algunos Objetivos de Desarrollo Sostenible que son «objeto de discusión pública en las sociedades democráticas», y eso sorprende, puesto que se trata de asuntos en discusión. Para Marín, estos objetivos deberían haber aparecido «de abajo a arriba», y no como se ha hecho, convirtiendo la agenda en un movimiento «descendente» de élites.
En esta línea, el profesor continuó explicando cómo el programa de la Agenda, con aspiraciones mundiales para su implantación local, provoca discusión y, una vez llega a los ciudadanos, se ve con claridad cómo hay muchos debates abiertos que no se han sometido a discusión, sino que se imponen desde los gobiernos y las Naciones Unidas. Si es así, se trata de «una cancelación por vía de hecho del debate ciudadano».
Los objetivos deberían haber aparecido «de abajo a arriba», y no como se ha hecho, convirtiendo la agenda en un movimiento «descendente» de élites
Uno de los temas en discusión entre los ciudadanos es la visión particular que se ofrece en la Agenda sobre la igualdad de género, que se impone como una idea transversal que está presente en los 17 objetivos de la Agenda, que a su vez integran 169 metas de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental». ¿Las mujeres de los lugares han sido consultadas sobre las formas de entender la «igualdad de género» que se propone? El profesor Marín planteó que, al menos, merece discusión.
Siguiendo con la misma comprensión antropológica, en la Agenda subyace una comprensión de la sexualidad que no tiene que ser compartida por todos los ciudadanos. Esto es un déficit democrático, porque no se somete a debate, sino que se proponen las ideas como puntos de vista de validez global implantados a través del enorme poder del que gozan los estados.
En otro ejemplo, el rector planteó una duda sobre la propuesta educativa. En la Agenda se habla del acceso universal y gratuito a la educación, pero se preguntó: ¿Por qué gratuito? ¿Quién es el agente de la gratuidad? El Estado. Por tanto, la educación privada no estaría dentro de los Objetivos, dejando atrás, como en otros planteamientos, la iniciativa social.
La Agenda es una propuesta de naturaleza global y loable, pero impone que todo aquel que se sale del marco señalado como de sentido común, «delira».
En este sentido, además de la educación, los objetivos, que producen una impresión positiva, tienen un sujeto que los lleva a cabo: el Estado. Con este estatalismo, por ejemplo, quien se preocupe por la salud sexual no será la institución familiar, sino el Estado, «que lo llena todo» y se presenta como el salvado de todo mal.
Por todo esto, tal y como propuso el profesor, aunque se puede estar de acuerdo con los objetivos de la Agenda, hay que ser crítico por el déficit democrático de la iniciativa.
Otro objetivo, son las alianzas necesarias para conseguir las metas de la Agenda, en las que el deporte se presenta como un gran aliado. Por el contrario, la Religión aparece como una causa de discriminación, no hay ni una sola mención de naturaleza positiva a las religiones.
En definitiva, la Agenda es una propuesta de naturaleza global y loable, pero impone que todo aquel que se sale del marco señalado como de sentido común, «delira». De este modo, se lamentó, «no se puede hacer una crítica negativa a la agenda en contextos académicos públicos». Aunque los anhelos sean loables, «no pueden hacerme callar» y no tener ideas divergentes.