Este lema de la campaña de Cáritas es una invitación a reconocer las huellas que dejamos a nuestro paso, y a considerar la bondad de nuestro rastro.
Son nuestras palabras y acciones las que modifican, para bien o mal, el ambiente en el que nos movemos. Y la calidad de nuestras relaciones puede facilitar o dificultar el desarrollo y bienestar de quienes nos rodean. No es indiferente lo que hacemos, decimos o silenciamos. Todo tiene sus consecuencias, a veces insospechadas.
A fin de cuentas el ser humano es un ser social y relacional por naturaleza. Y nuestros dichos y hechos pasan a formar parte del patrimonio cultural que nos conforma. De igual manera, somos corresponsables los unos de los otros.
Efectivamente, sólo queda lo que entregamos. Ya lo advertía Jesús: “El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna” (Juan 12, 25).
Precisamente, porque nuestro actuar deja huella, es indispensable preguntarnos cómo tratamos a los prójimos necesitados. Y, si las personas somos terreno sagrado, hemos de andar con sumo cuidado para no dañar la dignidad personal de nadie ni impedir su desarrollo integral.
La mejor ayuda es, sin duda, aquella que posibilita y favorece la autonomía del otro, la que reconoce, promueve y defiende sus derechos.
La invitación de Cáritas es contundente: Quien ama practica la justicia. Porque ‘no se puede dar por caridad lo que se debe en justicia’. Pues, la justicia es la medida mínima del amor, el reconocimiento y el respeto de los legítimos derechos de las personas.
Practicar la justicia es devolver al otro lo que es suyo, lo que le corresponde en virtud de su ser y su obrar. Éste es el primer peldaño para vivir una sana caridad, que no haga depender al pobre de una solidaridad puntual y sensiblera.
Sin embargo, al empeñamos en “ir a lo nuestro” rompemos la interrelación entre las personas, falseamos el sentido de la caridad, y desdeñamos la clave de nuestra propia realización: “Siempre os he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
Joaquín Gutiérrez Villar es sacerdote y delegado diocesano de Acción Socio-caritativa
Por Joaquín Gutiérrez Villar
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