La vida eremítica, chocante y extraña para nuestros días, ha constituido un poderoso atractivo, reverdecido en diversas épocas. Encararse con Dios en la soledad y completo despojo, resulta un aldabonazo para los cristianos adormecidos en el bienestar del aquí y del ahora. Testigo de ello resulta la Italia del siglo XI, donde la pieza clave del movimiento eremítico es san Romualdo, hijo del duque Sergio de Rávena, que, impresionado por el asesinato cometido por el padre en un altercado, dejó sus frivolidades juveniles para entregarse a las austeridades penitenciales. Encamina sus pasos de converso al monasterio de San Apolinar in Classe: pero su carácter exigente y sus austeridades chocan con la vida comodona de aquellos monjes. Se aparta a la soledad en las cercanías de Venecia, poniéndose bajo la dirección del anacoreta Marino, cuyos métodos formativos son bastante rudos y hasta crueles. Pasa por allí Guarin, Abad de Cuxá, en los Pirineos, y se lleva consigo a Romualdo que progresa tanto en el monasterio que, cuando decide volver a su patria, los vecinos de Cuxá contratan unos matones para poder quedarse al menos con el cuerpo muerto del santo. Menos mal que no e realizó el extraño acto de devoción. Ya en Italia, el emperador Otón III le hace Abad de San Apolinar in Classe (donde había pasado sus primeros años de religioso), pero deja su cargo para retirarse a su amada soledad acompañado de algunos monjes. Se instaló en los Apeninos, en Camáldula, donde construye un conjunto de treinta celdas, separadas pero incluidas dentro de una cerca, para que los ermitaños puedan vivir cierta unión. Deja a sus eremitas bajo un Prior y bajo la protección del Obispo de Arezzo, y se traslada a Val de Castro, donde levanta un monasterio de cenobitas. La agrupación de las fundaciones eremíticas y cenobíticas sometidas al Prior de Camálduli, con regla benedictina acomodada a su género de vida, será la Orden Camaldulense, que vestirá hábito blanco.
Romualdo, maestro de santos fundadores y misioneros, muere en Val de Castro, el 19 de junio de 1207, pero sus restos, robados años después por sus devotos, descansan en la iglesia camaldulense de San Blas de Fabriciano.
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10/01
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Gregorio de Nisa, obispo
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11/01
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Higinio, papa
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12/01
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Antonio María Pucci, presbítero
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13/01
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Hilario, obispo y doctor de la Iglesia
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16/01
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Marcelo I, papa y mártir
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17/01
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Antonio, abad
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18/01
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Margarita de Hungría, virgen
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19/01
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Marcelo Spínola y Maestre, beato
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20/01
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Sebastián, mártir
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20/01
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Fabián, Papa y mártir
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21/01
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Inés, virgen y mártir
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22/01
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Vicente, mártir
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23/01
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Ildefonso, obispo
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24/01
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Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia
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25/01
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Conversión de san Pablo
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26/01
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Timoteo y Tito, obispos
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31/01
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Juan Bosco, presbítero
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01/02
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Brígida de Kildare
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02/02
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Nuestra Señora de la Candelaria
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02/02
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La Presentación de Jesús en el templo
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