Pedro Damián, obispo y doctor de la Iglesia

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    Escritor doctísimo, el mejor teólogo de su tiempo, poeta eximio... Todo eso y mucho más es San Pedro Damiani (1007-1072). Monje retirado y consejero, censor y animador -según los casos- de Papas y de Reyes; temperamento contemplativo y hombre de acción; sencillo y humilde; reformador universal; hito de la historia de la Iglesia medieval. 

    Pero, ¡qué tristes sus comienzos! Una niñez sin el cariño y sin los cuidados maternos. Recogido por el hermano mayor, que le obliga a trabajar duro, descalzo y mal vestido, hasta que otro hermano clérigo, Damián, movido a compasión, se convierte en su protector, le enseña las letras y le hace cursar estudios en Rávena y en otros centros. Pero no lo olvidará nunca y tomará como apellido el nombre de su hermano protector: se llamará Pedro Damiani (Pedro el de Damián). 

    Los aplausos que cosecha luego como profesor no le cortarán sus anhelos de austeridad monástica, e ingresará como benedictino en Fonte Aveliana, donde llegará a Prior del monasterio y creará una comunidad modélica. Como sus vuelos son más altos, se lanza a la reforma del clero secular, sin excluir obispos y cardenales, que, entonces, tanto dejaban que desear. Apoya con su consejo a los Papas, que ponen los fundamentos de la inmediata reforma gregoriana y que se suceden con ritmo vertiginoso (ocho Papas en menos casi se dice). A su vez, encuentra apoyo en el Emperador. 

    Sufre de mala gana que se le arranque de la soledad para hacerlo Cardenal-Obispo de Ostia, y se le instale en el palacio pontificio de Letrán, para que el Papa pueda aprovechar mejor sus servicios. Con humor triste, llega a llamar a Hildebrando (que será el suturo Papa S. Gregorio VII, y que Pedro cree el autor de ese traslado a Roma) "mi santo Satanás". 

    Pedro logró volver a su soledad monástica, pero tuvo que abandonarla nuevamente para cumplir otras legaciones pontificias. En una de ellas, murió el 22 de febrero de 1072. Listado completo de Santos