Todos los años por estas fechas comenzamos a desempolvar en las parroquias lo que habíamos dejado en junio a nivel pastoral: catequesis de confirmación y de primera comunión, reuniones de formación de catequistas, reunión de consejos pastorales, etc., con la intención de programar el nuevo curso 2018-2019.
Un nuevo curso es siempre una página en blanco que queremos escribir con la mejor de las caligrafías, no solo en lo que veníamos haciendo otros curso, sino en aquellas actividades que creemos que es importante comenzar en el presente como nuevas, pero que respondan a las necesidades pastorales que sentimos todos en nuestras comunidades y en nuestra sociedad actual.
Cada año vamos dando nuevos pasos en la concienciación personal sobre todo de los distintos agentes de la pastoral: sacerdotes, religiosos y laicos, de que los grandes ausentes de nuestras celebraciones parroquiales y de todo, en general, cuanto organizamos en nuestra parroquias y comunidades cristianas, son siempre los mismos ausentes y cada vez más intensamente: los matrimonios entre 30 y 55 años y los jóvenes.
Esta realidad es la que hace que veamos y estemos convencidos de que nuestro esfuerzo pastoral, cada día, debe estar centrado plenamente en estos dos sectores de la pastoral, y que sin olvidar las demás, pongamos un esfuerzo especial por llegar a ellos prioritariamente.
Entendidas así las cosas, y como algo que se nos impone desde nuestra realidad concreta, vamos a centrar los esfuerzos pastorales en dos objetivos principales: nuestra propia conversión, la de los agentes de pastoral, para estar bien llenos de Dios, y la promoción de la nueva evangelización en esos dos sectores de nuestra pastoral, ausentes de nuestras iglesias: la pastoral juvenil y la pastoral familiar, que atraiga a los jóvenes y a los matrimonio en esas edades.
Todos sabemos que no es esta una tarea fácil, pero no por eso es imposible. Lograremos, más o menos, pero si centramos nuestros esfuerzos en ellos, seguro que poco a poco la acción evangelizadora llegará también a ellos y lograremos unos jóvenes evangelizados, interesados por Jesucristo y una familias en las que Dios tenga el puesto que le debe corresponder.
Es tarea de todos, sacerdotes, religiosos y laicos, y todos debemos sentirnos implicados en la tarea.
Que comencemos este nuevo curso con ilusiones renovadas, con espíritu de lucha por comunicar a aquellos que más falta les hace el mensaje de salvación que el Señor ha dejado en nuestra manos, el resto lo pone el Señor, que es el más interesado en que la buena noticia del evangelio llegue a los que están lejos.
Que el Señor nos transforme a nosotros por dentro para que nuestra transmisión evangélica llegue a ellos y transforme sus vidas de acuerdo con las exigencias del evangelio.
+ Gerardo