Jesús habla a los que le siguen de lo que supone el seguimiento de su mensaje y de su vida, les habla del Espíritu que es quien da la vida, que la carne no sirve para nada, que nadie puede ir a Él si el Padre no lo atrae. Este mensaje les resulta duro de entender y de seguir y, por eso, le criticaban y muchos de ellos se marcharon.
Jesús, entonces, pregunta a los Doce: ¿También vosotros queréis marcharos? A ello responde Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
Esta pregunta que Jesús hace a los Doce vuelve a formulárnosla también a nosotros hoy. El mensaje de Jesús se hace duro, por eso hay tantas personas que en un tiempo creyeron, pero hoy no creen.
Hoy estamos asistiendo a la realidad del abandono de la fe por parte de mucha gente, porque se sienten acosados por la propaganda facilona de una sociedad que les propone una vida mucho menos complicada, placeres pasajeros, luchan por ser los primeros, empeñados en luchar por el dinero y el poder y un largo etcétera.
Ante esta realidad de una mundanidad que se nos ofrece como una vida fácil y llena de placeres momentáneos, no podemos dejar de llevarnos por ello, porque a un plazo corto, y desde luego al final, nos vamos a sentir vacíos y necesitando otro mensaje y otra vida que, aunque exigente, nos haga sentirnos más plenos y realizados.
Se trata, en definitiva, de creer o no creer, de estar dispuestos o no a que el Espíritu Santo haga vida el Evangelio en nosotros.
La fe exige el compromiso de vivir de acuerdo con el estilo de vida que Cristo nos propone, un estilo que la mayoría de las veces va en oposición radical a lo que el mundo propone y vive, de ahí que no podamos dejar que la mundanidad se apodere de nosotros.
Ante tanta gente que se queda en la cuneta del mundo porque ofrece una vida mucho más facilona, los que tratamos de ser fieles a nuestra fe nos tenemos que hacer también la pregunta: ¿Dónde estamos nosotros como creyentes? ¿ También nosotros nos estamos dejando llevar por las llamadas del mundo y no por la llamada que cristo nos hace?
Tal vez tengamos que reaccionar y debamos darnos cuenta de que en nuestra vida, sin darnos cuenta, Dios tiene cada día menos cabida y menos hueco, que a lo mejor, o a lo peor, estamos queriendo vivir una fe anodina, sin compromiso, queriendo compaginar ser creyente y ser del mundo y vivir desde los criterios del mundo.
No podemos ser del mundo y de Dios. Es necesario que nos definamos, que respondamos al Señor a la pregunta que hizo a los Doce y que hoy nos la hace a cada uno de sus seguidores: ¿También vosotros queréis marcharos?
La respuesta depende de cada uno de nosotros personalmente: si queremos que Dios sea importante para nosotros o preferimos dejarnos llevar por las llamadas de la mundanidad y que Dios sea cada día menos importante y, en cambio, ganen en importancia en nuestra vida la lucha por el dinero, el bienestar, el placer pasajero, etc.
¿También vosotros queréis dejarme? La respuesta se la tenemos que dar cada uno, no sirve la respuesta del vecino, porque de la respuesta que demos o estemos dando depende el tipo de vida que llevemos.
+ Gerardo