Este Miércoles de Ceniza, monseñor Gerardo Melgar presidió la eucaristía en la Catedral, dando comienzo a la Cuaresma, un «tiempo para reconstruir los puentes rotos».
En la homilía, antes del rito de la ceniza, el obispo explicó que con la «recepción hoy de la ceniza sobre nuestras cabezas estamos diciendo al Señor, a nosotros mismos y a toda la comunidad cristiana que queremos entrar en este proceso, recorrer este camino de acercamiento a Dios y a los hermanos». Cada uno de nosotros experimentamos, explicó monseñor Melgar, la falta de fe y el alejamiento de Dios, por eso la Cuaresma es «un tiempo para reconstruir los puentes rotos con Dios y con los hermanos, reconstruyendo en muchos casos nuestro propio ser».
Explicó el tiempo cuaresmal como la preparación de un atleta: «Se nos recuerda una vez más que somos deportistas del amor. De la misma manera que un atleta necesita preparación, sacrificio y renuncia para resultar vencedor en la alta competición, nosotros también tenemos un torneo particular». Pero, dijo, «el único que debe saber de nuestros esfuerzos es el mismo Dios».
Terminó sus palabras hablando de la oración, la limosna y el ayuno, tres actividades propias de este tiempo y que ayudan a los cristianos a prepararse para la Pascua.