Esta celebración aún no traspasa la puerta por la que se penetra en el Triduo Pascual. Permanece en su umbral, afectando a la mañana del Jueves Santo. En ella se bendicen los óleos, de aceite puro de oliva, para la unción de los catecúmenos y de los enfermos, y se bendice el santo Crisma, donde al aceite se le ha añadido un bálsamo aromático, para la unción del bautizado, del confirmado, del sacerdote y del obispo en su ordenación.
Estas bendiciones de los santos óleos, con los que, distribuidos por toda la diócesis, se van a celebrar muchos sacramentos, le confieren a la Misa Crismal un carácter marcadamente diocesano. Preside su pastor, el obispo, y se congregan los presbíteros, que hacen una renovación de sus promesas sacerdotales, los consagrados y los laicos. Aunque el lugar litúrgico de su celebración es el Jueves Santo por la mañana, debido a las dificultades para la participación en ese momento motiva a que se celebre en otro día cercano.
En nuestra diócesis es tradición que se lleve a cabo el miércoles por la mañana en la catedral.
Por Luis Eduardo Molina Valverde