La celebración del Miércoles de Ceniza, este 1 de marzo, llenó la Catedral para comenzar la Cuaresma. El obispo, monseñor Gerardo Melgar, que presidió la Eucaristía, animó a todos los fieles a renovar su vida esta Cuaresma.
Monseñor Melgar comenzó hablando sobre los signos, puesto que toda la vida del hombre está llena de ellos: abrazos, sonrisas, alegrías… que nos remiten a realidades profundas. La Liturgia, explicó, no es ajena al sentir del hombre y también está llena de signos. Uno de ellos es la ceniza.
Como todo signo, la ceniza nos remite a una realidad profunda: «Estamos dispuestos a comenzar en nosotros un proceso de conversión, de vuelta al Señor», reconociendo que nos hemos alejado de Él. Para la conversión, el obispo propuso algunas acciones: cambiar todo lo que sea necesario para que se haga realidad el plan de Dios; y preguntarse: ¿Qué es lo que Dios me está pidiendo en este momento?
Tras citar el mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma, el obispo continuó animando a todos a conocer el «puesto que Dios ocupa en nuestra vida, la importancia que los demás tienen para nosotros, y a darnos cuenta de cuáles son esos “pequeños diosecillos” que existen en nosotros y que desvían hacia ellos nuestro corazón».
La oración, la lectura de la Palabra de Dios, los sacramentos, la vivencia del amor a Dios y a los hermanos, el ayuno y la limosna para ayudar y socorrer a los más necesitados de la sociedad pueden ser parte de un “plan de Cuaresma”.
Monseñor Melgar concluyó su homilía, justo antes de imponer la ceniza, animando a que pidamos la “gracia de la conversión”, para que «abandonemos nuestra actitudes de pecado, para vivir desde la voluntad de Dios sobre nosotros».