Recogiendo la tradición de la Iglesia relativa al contenido de la Cuaresma, nos encontramos con estos elementos pedagógicos que nos ayudan a introducirnos en un proceso de profundización en el seguimiento del Señor hasta la Pascua. Oración, ayuno y limosna parecen términos en desuso pero suponen, en cierto modo, un sencillo acercamiento a lo que desde el principio de la Cuaresma nos guía: «convertíos y creed en el Evangelio».
El ayuno es definido en el prefacio IV de Cuaresma: «porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza». Muy fácilmente huimos del ayuno justificándolo con razones no pretendidas y perdemos de vista su significado. ¡Qué fácil autojustificarse!
La limosna, como signo de desprendimiento privándonos de lo superficial, unida a la oración y al ayuno son signos de libertad interior, así nos lo recuerda el prefacio III de Cuaresma: «Con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados». Son signos que evidencian un empeño por responder a la voluntad de Dios creando espacio en nosotros para que Dios nos lleve siempre a mejor. En una época en la que educar los sentidos y las apetencias es importante para crecer humanamente, estos signos nos ayudarán a entrar en el proceso que nos lleva a la Pascua. También la vida de fe asume nuestra corporeidad y necesita hacerse significativa en estos signos.
Por Arcángel Moreno Castilla, publicado originalmente en Con Vosotros