La comunidad parroquial de San Juan Bautista de Ciudad Real celebró el domingo 19 de octubre su XXV aniversario con una eucaristía presidida por el obispo, monseñor Abilio Martínez Varea. Junto al obispo, concelebraron el párroco, Francisco Guerrero González, que lleva al frente de la parroquia desde su creación, así como varios sacerdotes de la ciudad. Entre los asistentes se encontraban también autoridades del ayuntamiento, entre ellas el alcalde de Ciudad Real.
El obispo comenzó recordando que la parroquia fue erigida en el año 2000, aunque las primeras celebraciones tuvieron lugar en el centro social del barrio, ya que el templo actual se inauguró y bendijo en 2014.
Centró sus palabras en la acción de gracias por estos veinticinco años de vida parroquial: «Siempre hay que dar gracias. En primer lugar, siempre hay que dar gracias a Dios, porque es la fuente y el origen de todo bien. Del Señor mana toda gracia y mana todo auxilio en nuestra vida», dijo. Invitó también a los fieles a hacer memoria agradecida de quienes fundaron la comunidad en sus inicios: «Tenemos que hacer memoria agradecida de estos 25 años, de todas las personas que comenzaron hace 25 años en esta comunidad parroquial».
«Tenemos que hacer memoria agradecida de estos 25 años, de todas las personas que comenzaron hace 25 años en esta comunidad parroquial»
Don Abilio recordó que «la comunidad parroquial está hecha de piedras vivas», es decir, de los bautizados que «formamos parte de la comunidad eclesial, formamos parte de la Iglesia».
La celebración coincidió con la Jornada Mundial de las Misiones (Domund), cuyo lema de este año es Misioneros de esperanza entre los pueblos. En este contexto, el obispo subrayó que todo bautizado es misionero: «El bautizado es misionero por el hecho de haber sido bautizado. Siempre pensamos en la misión que se tiene que dar en África, América, Asia u Oceanía, y a veces se nos olvida que los cristianos, piedras vivas, bautizados, que somos pueblo santo y sacerdocio santo, tenemos que ser también misioneros. Hemos recibido una misión en el bautismo para desarrollarla allí donde estamos, allí donde vivimos».
Por ello, definió la parroquia como una comunidad de bautizados llamados a la misión, que debe cultivar las tres dimensiones esenciales de la vida cristiana: la oración, el anuncio del Evangelio y la caridad.
La comunidad parroquial es lugar de oración y anuncio del Evangelio
Comentando las lecturas que se proclamaron, monseñor Martínez Varea explicó que «la comunidad es lugar de oración. La comunidad parroquial es lugar donde se celebran los sacramentos». A propósito del relato del Éxodo sobre Moisés, recordó que «una comunidad parroquial está viva no solamente porque tenga todo tipo de grupos, sino porque viene a la fuente que quita la sed, que es el Señor en la eucaristía, a través de la oración».
Pero esa oración, añadió, debe ir unida al anuncio del Evangelio, que nace de la Palabra de Dios: «Además de la oración de los grupos de liturgia y de los grupos de oración, tienen que estar también aquellos que se dedican a anunciar el evangelio de Jesucristo, la Palabra de Dios».
La caridad y la justicia, signos de una parroquia viva
Como tercera dimensión de la parroquia, el obispo destacó la caridad y la justicia como signos esenciales: «La comunidad parroquial, además de orar teniendo al Señor como centro y de anunciar a Jesucristo teniendo como referente la Palabra de Dios, tiene también que generar caridad, justicia y fraternidad», afirmó. En este sentido, mencionó los grupos de Cáritas, de pastoral del trabajo, de la salud, de visita a enfermos o pastoral penitenciaria, que encarnan esa dimensión solidaria del evangelio.
Una llamada a renovar la esperanza
Por último, monseñor Martínez Varea animó a los fieles a mirar hacia el futuro con confianza. «Hemos hecho una acción de gracias a Dios, una memoria agradecida de todos los que comenzasteis esta comunidad parroquial, de los que después construisteis este templo, pero hagamos también una renovada esperanza. No podemos quedarnos con el pasado y con el presente», dijo.
Recordando palabras del papa Francisco, añadió: «La esperanza supera todas las dificultades porque nace de la fe, se fundamenta en la fe y se alimenta de la caridad. Cuando vivimos en esperanza superamos cualquier dificultad». Por eso, pidió que esta comunidad siga siendo «una comunidad parroquial siempre de piedras vivas. Solo lo conseguiremos a través de la presencia del Espíritu en nosotros y a través de nuestro amor a Jesucristo».
Concluyó invitando a toda la comunidad a seguir el ejemplo de san Juan Bautista: «Vivamos en esperanza, preparando en esta zona y en este territorio que el Señor venga, al estilo de Juan Bautista, el cual supo superar todas las dificultades, incluso dar la vida por el Señor».