Hacemos un repaso por el significado de los cuatro domingos de Adviento. El autor nos propone meditar y vivir el Adviento, ofreciendo cuatro lugares mesiánicos que nos ofrecen las cuatro primeras lecturas de los domingos de Adviento de este ciclo B.
Los profetas fueron los centinelas que desde lo alto del monte vieron despuntar la aurora del Mesías. Por eso os propongo con este artículo asomaros a cuatro lugares mesiánicos que nos ofrecen las cuatro primeras lecturas de los domingos de Adviento del ciclo B.
Domingo primero: A cielo abierto
El profeta Isaías expresa gráficamente un deseo que le nace de lo más profundo del alma: «¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!» La bóveda celeste es como una cortina que separa al Creador de su criatura. En boca del profeta, el pueblo de Israel y toda la humanidad levantan juntos la voz contra el cielo pidiendo que Dios venga a su encuentro para borrar sus culpas y sanar sus heridas. Como cumplimiento de este deseo de Isaías, la cortina del templo de Jerusalén, que era un signo de la separación del hombre con Dios, se rasgará en la tarde de Viernes Santo, cuando el Hijo del Hombre murió en la cruz borrando el pecado del hombre y sanando sus heridas.
Domingo segundo: La atalaya de Sion
Desde los orígenes de la humanidad, los montes y lugares elevados han sido espacios de especial encuentro con la divinidad. Isaías ve en el monte Sion una ventana a la esperanza. Este monte se convierte, no solo en un lugar de encuentro, sino en una atalaya de vigilancia a la espera de la llegada de Dios, un puesto de vigía que te permite ver a quien viene por el camino y avisar al pueblo para que se prepare a su llegada: «Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; di a las ciudades de Judá: Aquí está vuestro Dios».
Domingo tercero: La fiesta de bodas
No hay lugar mayor para la alegría que una fiesta de bodas. La imagen de la novia que se adorna con sus mejores galas muestra la alegría de una humanidad que se prepara con gozo al encuentro de su Esposo que se reviste de carne mortal para unirse para siempre con el hombre. Con la encarnación del Hijo de Dios, el Creador y su criatura se han unido con un vínculo indisoluble. Fiesta de gozo y de gracia la de las bodas del Cordero que serán consumadas al final de los tiempos.
Domingo cuarto: El palacio del rey David
Después de todas sus empresas, el reino está en paz y el rey David se establece en su palacio. Confunde su bienestar y el de su pueblo con el beneficio material de su palacio y la prosperidad, por ello quiere que Dios también tenga su propio palacio. Pero el Señor le muestra al rey mediante el profeta Natán que la felicidad no estará en construirle una casa de piedra sino en proporcionarle una dinastía que sirva de cimiento para el gran palacio de Dios con los hombres: Jesús de Nazaret.
Por Óscar Miguel Casas Arévalo