«El que acoge a un niño en mi nombre, me acoge a mí [...] el que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino al cuello».
Con estas palabras de Jesús inicia el papa Francisco su mensaje. La iglesia agradece los esfuerzos de instituciones y comunidades a favor de estos niños y en la voz de sus obispos pide soluciones estables de protección e integración y que los países adopten procedimientos adecuados contra las causas de la inmigración forzada de menores.
Se calculan que son más de 100.000 los niños refugiados desaparecidos en este pasado año.
Los derechos de los niños recogidos en la Convención de las Naciones Unidas son violados permanentemente: víctimas de las guerras, explotación sexual, niños de la calle, familias desestructuradas, maltrato, tráfico de órganos, etc.. El drama de los refugiados ha venido a sumarse a ese largo etcétera.
Solo en Europa, donde ha aumentado en un 74 % el número de solicitudes de asilo de niños, fueron unos 106.000 los solicitantes entre enero y julio pasado. En Ceuta y Melilla muchos menores cruzan, solos o entre traficantes, la frontera (Revista Migraciones 3/2017).
Conscientes de que «son los niños migrantes los que sufren más las consecuencias de la migración» y convencidos de las palabras del papa Francisco: «Nadie es extranjero en la comunidad cristiana… Dios que se ha hecho Niño se manifiesta en la cercanía afectuosa a los más pequeños y débiles», hoy damos voz a estos menores para que se multipliquen los recursos en este desafío.
Por Pilar Abad López, publicado en Con Vosotros