Durante la Vigilia Pascual, el pasado 8 de abril en la catedral de Ciudad Real, cinco adultos recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana, el bautismo, la confirmación y la eucaristía. Se incorporaron a la Iglesia de Ciudad Real en una celebración que presidió el obispo, don Gerardo Melgar, en la que se alegró por los nuevos hijos de Dios que «se han encontrado por la fe y la gracia de Dios con Cristo resucitado a través de la Iglesia».
En la noche del pasado 8 de abril, durante la Vigilia Pascual en la catedral de Ciudad Real, cinco adultos recibieron los sacramentos de la iniciación cristiana: el bautismo, la confirmación y la eucaristía. Provienen de las comunidades de Ntra. Sra. de los Ángeles de Tomelloso, Herencia, Santa María la Mayor de Daimiel, y Miguelturra.
Los cinco catecúmenos han pasado por un proceso personal de conversión y acercamiento al encuentro sacramental con Cristo durante años en sus parroquias. En las últimas semanas el proceso hacia el bautismo se vivía de manera especial en la liturgia de los domingos de Cuaresma, con lecturas apropiadas para los que van a recibir los sacramentos de la iniciación.
La celebración
La vigilia, que presidió el obispo, don Gerardo Melgar, comenzó en la puerta de la catedral que da al Prado, donde se bendijo el fuego que prendió el cirio pascual. Poco a poco, el cirio fue llenando de luz el templo, anunciando visualmente la resurrección de Cristo. El Pregón Pascual y las lecturas proclamaron la resurrección, justo antes del comienzo de la liturgia de los sacramentos de la iniciación. En primer lugar, los padrinos presentaron a los candidatos. Después, se invocó a los santos con las letanías y se bendijo el agua para el bautismo. Los catecúmenos renunciaron a Satanás respondiendo a las preguntas que hacía el obispo, continuando con la profesión de la fe de la Iglesia.
Una vez afirmada la fe, don Gerardo los bautizó en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Al ser bautizados, se les impusieron albas, vestiduras blancas que indican que han muerto y resucitado con Cristo, y se les entregaron los cirios encendidos por los padrinos.
A la celebración del bautismo le siguió la del sacramento de la confirmación, culminando más tarde los tres sacramentos de la iniciación cristiana con la comunión en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Las palabras del obispo
El obispo es el responsable de la vida sacramental de la Iglesia en Ciudad Real y, más, tratándose de los sacramentos de la iniciación cristiana para los adultos.
En la homilía, don Gerardo recordó cómo las mujeres fueron al sepulcro y lo encontraron vacío. Allí un joven les anuncia la resurrección y les dice que vayan a Galilea. «También a nosotros se nos hace esta invitación, la invitación de Pascua, que vayamos a Galilea donde el Señor resucitado nos precede», dijo, subrayando cómo esta es una invitación de Dios a «empezar de nuevo», porque siempre es posible volver a empezar: «Existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos».
«Para ellos y para todos que ya hemos recibido el bautismo, ir a Galilea para encontrarnos con el resucitado supone aprender que la fe, para que sea viva en nosotros, pide ponerse de nuevo en camino viviendo en nuestra vida el estilo de vida que Cristo»
Volver a Galilea, explicó, «significa recorrer nuevos caminos. Moverse en la dirección opuesta a la que llevábamos», como las mujeres que iban a refugiarse en su tristeza. Pero el Señor sorprende, no es un recuerdo, sino alguien vivo al que encontramos en los «rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados».
Si la resurrección de Cristo es siempre una invitación a empezar de nuevo, lo es de manera especial para los catecúmenos que recibieron los tres sacramentos de la iniciación en la vigilia: «Se han encontrado, por la fe y la gracia de Dios, con Cristo resucitado, a través de la Iglesia, de la fe de los demás y del testimonio de otros cristianos que les ha invitado a ir a Galilea, a empezar una vida nueva, una vida nueva que es posible empezar precisamente porque se apoya en la gracia y en el poder de Cristo resucitado más allá de toda la vida vivida anteriormente».
«Para ellos —continuó— y para todos que ya hemos recibido el bautismo, ir a Galilea para encontrarnos con el resucitado supone aprender que la fe, para que sea viva en nosotros, pide ponerse de nuevo en camino viviendo en nuestra vida el estilo de vida que Cristo». Esto no puede ser solo un recuerdo, insistió el obispo, «sino una fe viva, actual y madura que ilumina toda nuestra vida y nos hace vivir desde Cristo y para Cristo».
Don Gerardo terminó la homilía con una petición para los nuevos cristianos y para el resto de la comunidad: «Pidamos hoy a Cristo resucitado que su resurrección transforme nuestra vida y, desde ahora, vivamos muertos al pecado y a la separación de Dios y de los hermanos, para vivir desde la gracia del resucitado una vida nueva en la que él, y solo él, sea el Dios a quien amamos, a quien obedecemos y quien da sentido a nuestra vida. Porque nos ha rescatado de la vida de pecado para que vivamos la vida como nuevos resucitados, encarnando en nosotros y viviendo siempre el mensaje que el resucitado nos comunica».