Este cuarto domingo de Cuaresma, los catecúmenos realizan el segundo escrutinio, ayudados por un evangelio que los conduce a la vivencia del símbolo de la luz. El delegado de Liturgia de la diócesis nos habla de la luz en este domingo, que anticipa, como el agua la pasada semana, simbolismos de la Vigilia Pascual en la que serán bautizados los catecúmenos.
Durante el cuarto domingo de Cuaresma del ciclo A, los catecúmenos van a realizar el segundo escrutinio, con oraciones y plegarias propias que iluminan este discernimiento tan cercano a la celebración de la Vigilia Pascual.
Es el domingo del ciego de nacimiento que nos narra san Juan. Lo mismo que la samaritana nos llevó al simbolismo bautismal del agua, ahora este evangelio nos conduce a la interpretación y vivencia del simbolismo de la luz.
Dios crea la luz y al hombre y «vio Dios que era bueno», sólo el pecado de los hombres introduce sombras y oscuridad
Jesús se presenta en el evangelio como luz del mundo, pero a través de una experiencia muy concreta: el ciego experimenta por primera vez qué es ver, qué significa la luz. Para él será una luz nueva totalmente, vivirá la realidad «de nuevo». No es lo mismo ver que no ver, parece obvio, pero el evangelio avanza una realidad sacramental que genera una novedad absoluta.
Está claro que el bautismo será interpretado como luz para una vida nueva. La relación con el cirio pascual, la entrega de la vela que continúa la luz de la fe desde la resurrección de Cristo, es todo un entramado simbólico bautismal impresionante.
Por otro lado, la misma Vigilia Pascual es concebida desde el principio de la celebración como un claro contraste entre las sombras y la luz, las tinieblas del pecado y la salvación.
Pero, además, como las lecturas de la Vigilia Pascual, la luz nueva comienza históricamente desde la creación. Dios crea la luz y al hombre y «vio Dios que era bueno», sólo el pecado de los hombres introduce sombras y oscuridad.
No es lo mismo ver que no ver, parece obvio, pero el evangelio avanza una realidad sacramental que genera una novedad absoluta
Curiosamente, Jesús cura al ciego de este modo: hizo barro, ungió sus ojos y los mandó lavar. Es la nueva creación, la nueva luz que es Cristo resucitado, la creación iluminada para que el catecúmeno camine como hijo de la luz. De aquellos barros a una nueva criatura en Cristo.
De nuevo, observamos que el camino del catecúmeno hacia los sacramentos de Iniciación Cristiana se va concretando a través de la Palabra que da vida. Estas referencias bíblicas hacen que el bautismo se espere como realidad sacramental, pero jamás desconectada de la vida que deberá vivir el bautizado como «iluminado».
Por Arcángel Moreno Castilla