Quinto domingo de Cuaresma: la resurrección de Lázaro

Este quinto domingo de Cuaresma, los catecúmenos realizan el tercer escrutinio. Como ha hecho todos los domingos de Cuaresma, el delegado de Liturgia nos habla de este paso en un año en el que los catecúmenos adultos de nuestras parroquias recibirán el bautismo, la confirmación y la eucaristía en la Vigilia Pascual de la catedral.

Hemos llegado al domingo de la «vida». Es la tercera simbología bautismal que nos acerca a la Pascua. Venimos de celebrar el agua (samaritana) y la luz (ciego de nacimiento) y vamos a leer en la eucaristía del quinto domingo de Cuaresma el evangelio de la resurrección de Lázaro. Texto bien conocido, pero que hemos de leer bajo la interpretación que lo acerca más a los catecúmenos que van a llegar a la realidad de su pascua personal: el paso por los sacramentos de Iniciación Cristiana.

El evangelio, en el contexto de la amistad y del dolor, abre una realidad nueva y permanente

En este domingo se pueden celebrar los terceros escrutinios antes de llegar a la Vigilia Pascual. Escrutar es para ellos abrir el corazón, disponerse para Dios mirando de cerca su voluntad, su vivencia, la inteligencia del misterio cristiano. A estas alturas del proceso han recibido la oración del padrenuestro y el credo. El proceso se intensifica también en la oración de la Iglesia por ellos y el acompañamiento. Toda la preparación recibida, que abarca toda la vida cristiana, ha sido iluminada para llegar a la experiencia sacramental. Pero, sobre todo, es el evangelio en este ciclo A el que ilumina la realidad sacramental que van a vivir. Por eso, en las parroquias donde haya catecúmenos, entendemos un grupo de catecúmenos, se puede utilizar el ciclo A de lecturas dominicales en la Cuaresma aunque no sea el ciclo de ese año.

Escrutar es para ellos abrir el corazón, disponerse para Dios mirando de cerca su voluntad

En este contexto, ellos escuchan el evangelio que simboliza la vida verdadera. «El que cree en mí no morirá para siempre». Es Jesús el que, en su Espíritu, nos da la vida verdadera. El evangelio, en el contexto de la amistad y del dolor, abre una realidad nueva y permanente. El catecúmeno entiende que a través de los sacramentos experimentará la vida nueva en Cristo y en la Iglesia. La Cuaresma se convierte, no sólo en camino de conversión, sino de experiencia y anticipo de lo que llegará.

Es la esperanza en el cumplimiento de la promesa del Señor que, en su muerte y resurrección, nos abre a la vida plena. El catecúmeno ha preparado durante años el encuentro con Cristo que le hará «hijo de Dios» y partícipe de la vida y misión de Cristo. Agua, luz y vida sintetizan así, al modo evangélico y sacramental, una forma nueva de vivir la sacramentalidad. La noche santa de la Vigilia Pascual tendrá en ellos resonancias internas que se hacen visibles sacramentalmente y que ya suponen un pertenecer a Cristo marcados para la vida plena. El carácter sacramental los introduce en la dinámica de los que, como Cristo, quieren vivir en Él y como Él.
 
Por Arcángel Moreno Castilla