El Miércoles de Ceniza volvió a llenar las iglesias el pasado 22 de febrero para comenzar el camino cuaresmal que concluirá en la Pascua.
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La Cuaresma es un tiempo «fuerte» en la liturgia de la Iglesia que nos anima a seguir un camino de encuentro con el Señor, de renovación para la Iglesia. Un «tiempo de gracia» para acercarse a Dios desde los más íntimo, desde la verdad interior.
En la catedral de Ciudad Real, el obispo presidió la celebración e impuso la ceniza a los fieles con la habitual llamada al inicio de la Cuaresma: «Conviértete y cree en el evangelio». Esta llamada a la conversión fue también el centro de la homilía, en la que explicó cómo la Cuaresma es un tiempo de gracia que nos propone un programa de vida con Dios. Un programa exigente, pero «tiempo de gracia» y, por tanto, con la ayuda de Dios.
«La Cuaresma es el tiempo de reconstruir puentes rotos que tengamos en la vida cristiana, puentes rotos con Dios o con los hermanos, recuperando así la reconstrucción de nuestro propio ser y de nuestra propia vida como creyentes en Jesús», dijo don Gerardo. Esta conversión, explicó, es fruto principalmente de la misericordia de Dios, que no quiere la muerte del pecador, sino que el pecador se convierta y viva».
«Al recibir la ceniza sobre nuestras cabezas, estamos manifestando que aceptamos la llamada del Señor y la propuesta que Él nos hace a una verdadera conversión a la fe en el evangelio». Con la ceniza se significa que los cristianos aceptan un camino «tratando de quitar de nosotros todo cuanto nos separe de Dios y de los hermanos».
«Al recibir la ceniza sobre nuestras cabezas, estamos manifestando que aceptamos la llamada del Señor y la propuesta que Él nos hace a una verdadera conversión a la fe en el evangelio»
Esta conversión, advirtió, no puede ser solo exterior. Dios no se conforma con un «encalado exterior de nuestra vida, ni con la limpieza superficial de nuestra fachada. Quiere una conversión real y sincera. Origina en lo más profundo del corazón una conversión que da sentido y valor a los signos penitenciales». Es decir, «Jesús quiere y espera que seamos verdaderos discípulos suyos, no solo que lo parezcamos». Para ello, la Cuaresma nos propone un esfuerzo: «Nos recuerda una vez más que somos atletas del amor a Dios y del amor a los hermanos».
Don Gerardo deseó que «esta Cuaresma de 2023 no sea una rutina más, una costumbre vacía, sino una Cuaresma que nos prepare», que sea una «auténtica preparación para la Pascua, un verdadero tiempo de conversión en el que damos muerte a todo lo que hay en nosotros de pecado y de caduco, y podamos así resucitar».
Justo antes de la imposición de la ceniza, dijo que esperaba que fuera un signo con «auténtico sentido», que expresara «que queremos comenzar este recorrido cuaresmal con el espíritu de conversión que el Señor nos pide», concluyó.