Domund 2022: Seréis mis testigos

Damián Díaz Ortiz es el delegado de Misiones de nuestra diócesis. Nos habla del Domund de este año, de la entrega generosa y el amor sin límites de tantos hombres y mujeres que son el primer testimonio de Cristo para muchos.

El Señor Jesús, testigo de la verdad, testigo del amor misericordioso del Padre, enviaba con estas palabras —Seréis mis testigos— a sus discípulos por todo el mundo para continuar su misión: proclamar la Buena Noticia y poner en marcha el Reino de Dios. Con la fuerza y asistencia del Espíritu.

Los apóstoles, y millones de discípulos misioneros después, se han sentido interpelados y no han dudado, a lo largo de los siglos, responder a esta tarea que el Señor nos ha encomendado: «Como el Padre me ha enviado, así os envío yo» (Jn 20).

Su vida, su entrega generosa, su amor sin límites, ha sido el testimonio primero que ha impactado en propios y extraños, y que, apoyado por la palabra que da sentido y color a ese ejemplo, ha ido constituyendo comunidades cristianas a lo largo y ancho de nuestro planeta. «Quisiera recordar y agradecer a tantos misioneros que han gastado su vida por ir más allá», dice el papa Francisco en su mensaje para el Domund 2022.

Como ahora son los misioneros: sacerdotes, religiosos y religiosas, seglares que entregan toda su vida, o jóvenes y mayores que comparten algo de su saber y quehacer unos meses en apoyo a los misioneros, quienes se reparten por todo el mundo sembrando la palabra y dando testimonio del amor de Dios y de la solidaridad de los hermanos.

Y también nosotros nos sentimos interpelados, especialmente ante esta jornada del Domund, a ser testigos de Jesús en nuestras comunidades cristianas, nuestras familias y nuestro entorno; invitándonos a mirar más allá, implicándonos de forma personal y activa en la misión ad gentes de la Iglesia, más allá de nuestros lugares habituales, de nuestro pequeño círculo, a través de nuestra oración y nuestra limosna, que es la manera como nosotros podemos participar en la misión desde aquí. Iglesia en salida hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, donde existe, quizá hoy más que nunca, hambre de Dios, de amor, de verdad.

Y apoyando a quienes han dejado casa, hermanos y padres, para salir a compartir la Palabra y la fraternidad, haciendo posible que su testimonio pueda continuar llegando hasta los confines de la tierra. Benditos misioneros que son testigos, también para nosotros, de un amor más grande, sin fronteras, porque es el amor de Dios.
 

Por Damián Díaz Ortiz