Ángel Almansa es misionero de nuestra diócesis en Nicaragua, donde es profesor y formador del Seminario Nacional de Ntra. Sra. de Fátima. Nos habla de su vida, la misión y la celebración de este Domund.
A modo de presentación, háblanos de tu trayectoria.
Soy Ángel Almansa Rodríguez, nací en Almadén hace 59 años. Recibí el sacramento del orden sacerdotal en 1986. Trabajé pastoralmente en Bolaños y Campo de Criptana hasta 1993. Con el permiso del obispo y siguiendo el plan elaborado en la Delegación Diocesana de Misiones, me uní al Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME). Tras un año de formación en Madrid y en Londres, marché a Zambia donde estuve siete años. Después estudié la licenciatura en Sagrada Escritura y, al terminar, me destinaron al Equipo de Formación y Animación Misionera por tres años. En 2006 regresé a la diócesis donde fui nombrado párroco de La Asunción de Valdepeñas y posteriormente de Argamasilla de Alba. En 2019 solicité a don Gerardo mi deseo de continuar sirviendo a la diócesis en su dimensión misionera y, con su aprobación, el IEME me envió a Nicaragua, de donde he regresado recientemente.
¿Cómo fue surgiendo y fraguándose tu vocación misionera?
En el inicio de mi vocación sacerdotal no estaba presente la dimensión misionera. Ésta la fui descubriendo a lo largo de los años de formación en el seminario, especialmente mediante el taller misionero que creamos algunos seminaristas y la visita de los misioneros que pasaron aquellos años a visitarnos. Aún recuerdo con cariño la de nuestro paisano Vicente Hondarza un par de años antes de su martirio en Perú.
¿En qué misiones has estado y cuál ha sido tu labor?
Mi primer destino fue Zambia, en el África austral. Allí se nos encomendó a José M.ª Aguirre y a mí reabrir la misión de Saint Dorothy, un territorio de cinco mil kilómetros cuadrados, entre las dos grandes ciudades mineras del país: Chingola y Solwezi; con casi una treintena de comunidades incipientes y una gran variedad de lenguas bantúes. El día a día lo dedicábamos a visitar y escuchar a la gente, la formación de líderes para las comunidades, especialmente catequistas, visita a enfermos, la celebración de los sacramentos y los proyectos de desarrollo: la construcción del hospital de Ipafu, la creación de varias escuelas rurales, asociaciones de mujeres y algunos proyectos agrícolas de jóvenes.
Recuerdo con cariño la visita de nuestro paisano Vicente Hondarza un par de años antes de su martirio en Perú
La segunda salida ha sido a Nicaragua, donde los obispos me destinaron al Seminario Nacional de Ntra. Sra. de Fátima como profesor de Sagrada Escritura y formador, aprovechando todas las ocasiones que se me presentaban para misionar en comunidades campesinas en la montaña de Kukra Hill, Laguna de Perlas y Río San Juan.
¿Es fácil o difícil adaptarse a la vuelta a España, a una parroquia, digamos convencional, después de haber estado en la misión?
No es fácil. Supone un cambio de mentalidad y cultura, de celebrar y vivir la fe, de entender la Iglesia y de sentirme parte de ella.
¿Qué mensaje nos lanza el DOMUND este año y que experimenta un misionero estos días?
«O salimos o nos ahogamos» (Eloy Bueno). La fe, el bautismo, las misas no son productos de consumo. Son dones del Espíritu para ser testigos del amor de Dios. Todos los bautizados somos enviados por el Padre para ser testigos de su amor ante nuestros hermanos. Cada uno de nosotros somos un sacramento de su presencia y cada hermano, cercano o lejano, su viva presencia. ¿Qué es la misión? La respuesta de la Iglesia y de cada uno de nosotros a ese envío del Padre.