La tarde de ayer se inauguró el curso en el Seminario Diocesano y en el Instituto Diocesano de Teología con una eucaristía y la conferencia del profesor Jerónimo Anaya.
Los actos comenzaron con la misa, presidida don Gerardo Melgar en la capilla mayor del Seminario. En la celebración, los profesores del Seminario y del Instituto de Teología hicieron públicamente la profesión de fe.
«La inauguración de un nuevo curso es siempre una nueva etapa que se abre en nuestra vida y es nuestra oportunidad de avanzar y profundizar en la vida y en la vocación a la que cada uno se siente llamado», comenzó diciendo don Gerardo en su homilía, en la que se dirigió tanto a los estudiantes del instituto teológico como a los seminaristas.
La formación teológica que se da en el instituto ayuda a los alumnos tanto a fundamentar y razonar bien la fe como a mejorar la evangelización en los campos específicos de los laicos, como la familia, la política o el trabajo, explicó el obispo, que pidió a los estudiantes centrar el compromiso cristiano en estos ámbitos «tratando de que todo se ordene y se viva de acuerdo con los planes de Dios […]. La formación debe contribuir, y mucho, a despertar la conciencia de vuestra misión evangelizadora, de vuestro apostolado y de vuestro compromiso cristiano», dijo.
Además de laicos, en el instituto estudian algunos religiosos y religiosas a los que se dirigió el obispo animándolos a sentirse «más Iglesia y ser en ella auténticos evangelizadores siendo testigos en la tierra de los valores del Reino» con la ayuda de la formación teológica.
«Un nuevo curso es un cuaderno en blanco que hemos de escribir, cada uno con la mejor caligrafía, la mejor caligrafía que sepamos y que podamos, aprovechando todo lo que el Señor nos ofrece
Por último, don Gerardo habló del nuevo curso que comienza en el seminario «con novedades, con un nuevo equipo de formadores que, llenos de ilusión, quieren dar un nuevo talante al Seminario y trabajar mucho por conseguir jóvenes que estén dispuestos a vivir y a seguir el camino del sacerdocio, a entregar su vida al servicio de esta gran vocación». Insistió en que la propuesta vocacional «no es solo tarea de los que están en el seminario», sino que es una labor de toda la Iglesia, de cada cristiano. «Tal vez no hay respuesta suficiente por parte de los llamados, porque nadie les ha ayudado a descubrir que Dios les llama», dijo.
Dirigiéndose a los seminaristas, les apremió a trabajar en su propia formación, no solo en lo teológico, sino en todos los sentidos, para que el futuro sacerdote «tenga una verdadera madurez integral como persona, como creyente y como sacerdote y pastor».
Para ello, «un nuevo curso es un cuaderno en blanco que hemos de escribir, cada uno con la mejor caligrafía, la mejor caligrafía que sepamos y que podamos, aprovechando todo lo que el Señor nos ofrece y todo lo que los profesores y formadores van a ayudaros, de tal manera que cada curso sea un avance en vuestro proyecto humano, cristiano y vocacional». Pero este camino se hace al lado y con la ayuda de Dios, por lo que don Gerardo pidió a los seminaristas que no tengan miedo: «Dios está con vosotros y nadie puede más que Él […]. Sabemos que él, no sólo nos llama, sino que nos da las fuerzas necesarias y todo lo que necesitemos para responderle con generosidad», concluyó.
La necesidad de sacerdotes
Después de la misa, la jornada continuó en el salón de actos. Allí el nuevo rector, Juan Serna Cruz, habló al auditorio sobre la necesidad de aumentar el número de seminaristas y sacerdotes, sin los que «los cristianos perderían paulatinamente la fortaleza que da la fe para vivir el testimonio de la caridad, para vivir la fraternidad o para comprometerse en la transformación de la vida social de muchos compromisos por el bien común y al servicio de esta fe».
«Nos toca vivir tiempos delicados, pero no nos falta el deseo de entregarnos al Señor trabajando por la Iglesia»
Tal y como hizo el obispo en la homilía, el rector también se refirió a la ayuda para las vocaciones y para la valoración del sacerdocio que prestan los estudiantes del instituto teológico: «Los cristianos que estudiáis teología en este Instituto diocesano sois los primeros en recibir la responsabilidad de comprender la fuente de la vida cristiana y de anunciarla. Y eso incluye también comprender el sentido de la vocación sacerdotal y proponérselo valientemente a los jóvenes cristianos de hoy y acompañarlos con vuestra generosidad».
«Nos toca vivir tiempos delicados, pero no nos falta el deseo de entregarnos al Señor trabajando por la Iglesia», concluyó.
Los ingenios de san Juan de Ávila
La lección inaugural de este curso recayó por primera vez en un laico, el profesor emérito de Literatura en el Seminario y antiguo alumno, Jerónimo Anaya. Habló sobre uno de los aspectos de san Juan de Ávila menos conocidos, sus «ingenios», inventos que incluso llegó a patentar y que mejoraban la vida, sobre todo de los pobres.
Insistió el profesor en fomentar el estudio de san Juan de Ávila y descubrir uno de los tesoros literarios del siglo XVI.
Después de la lección de Anaya, el obispo intervino para agradecer la presencia de todas las autoridades, alumnos y amigos del Seminario, así como para insistir en la necesidad de trabajar más en la pastoral vocacional.
Tras dar por inaugurado el curso se impusieron las becas y se entregaron los diplomas a los alumnos que han concluido sus estudios en el Instituto Diocesano de Teología.
Un vino de honor en el claustro del edificio cerró el acto que abre el curso 2022-2023.